El escritor e historiador canadiense Michael Bradley (Holy Grail across the Atlantic, The Columbus conspiracy) sostiene que los templarios tenían conocimiento de la existencia de tierras al otro lado del Atlántico.
La diáspora templaria acarreó tres grandes consecuencias:
-Un recrudecimiento de la piratería,
-el comienzo de las expediciones transatlánticas con barcos ingleses y portugueses, y
-la llegada a los puertos europeos de cartas de navegación de una precisión inexplicable.
Bradley considera que esta última repercusión es la más importante de todas. No es solo que los templarios promoviesen expediciones transatlánticas al poco de llegar a Portugal y Escocia, es que todo el continente parecía poseer cartas de navegación de una calidad sin parangón.
Decimos que estos mapas suponen la consecuencia más importante de la dispersión templaria porque lograron dos cosas: en primer lugar, facilitaron enormemente el comercio intereuropeo y marítimo, lo cual contribuyó al declive del feudalismo; en segundo lugar, dichas cartas de navegación hicieron posible la «Era de los Descubrimientos» europea, pues mostraban el mundo en su totalidad, incluida una nueva tierra al otro lado del Atlántico.
Tres décadas después de que Felipe el Hermoso presionase al papa Clemente V para que este prohibiese la orden del Temple, unos mapas denominados «portulanos» comenzaron a circular por toda Europa. Uno de los primeros, el portulano de Dulcert de 1339, apareció solo 27 años después de la disolución de los templarios.
Los estudiosos de la navegación han intentado obviar sistemáticamente cualquier referencia a los portulanos debido a los problemas que plantean. Se da por hecho que existieron, pero se ha corrido un velo sobre su repercusión. Solo dos expertos se han atrevido a lidiar con el enigma que representan, pero el mundo académico en general ha preferido hacer la vista gorda ante sus conclusiones.
El enigma de los portulanos no reside tanto en el hecho de que apareciesen tan de repente en la Europa del siglo XIV, sino en su asombrosa precisión.
Recordemos que el mayor freno a la navegación medieval era que la longitud —la posición al este o al oeste de un punto determinado no podía fijarse con exactitud.
Para medir la longitud mediante la observación celeste era necesario medir antes el tiempo con suma precisión. En el mundo medieval no existían relojes tan precisos, y la navegación tendría que esperar a los avances del siglo XVIII para obtenerlos.
El enigma de los portulanos reside en su precisión por lo que respecta a la longitud, y en el hecho de que aunque aparecieran en el mundo medieval, ningún individuo, cultura o civilización del siglo XIV podría haberlos realizado.
El investigador escandinavo A. E. Nordenskjold estudió cuantos portulanos pudo encontrar en la década de 1890. Tras haber analizado cientos de ellos procedentes de otros tantos museos europeos, Nordenskjold llegó a la conclusión de que todos habían sido copiados de una carta de navegación original, extremadamente precisa en términos de latitud y longitud.
De hecho, era más precisa que algunos de los mapas que se realizaban en tiempos de Nordenskjold.
El resto de portulanos reproducían dicha precisión en mayor o menor grado dependiendo del cuidado puesto a la hora de copiarlo. Con todo, eran mucho más precisos que los mapas realizados por Ptolomeo y que aquellos que nos han llegado de la época medieval.
LA LABOR DE CHARLES HAPGOOG
El profesor Charles Hapgood, experto del Keene State Teacher's College, continuó en los años 50 y 60 la labor comenzada por Nordenskjold a finales del siglo XIX. Hapgood consiguió que sus análisis fuesen corroborados por la Sección Cartográfica del Mando Aéreo Estratégico de las Fuerzas Aéreas estadounidenses (8° Escuadrón de Reconocimiento Técnico).
Al igual que Nordenskjold, Hapgood llegó a la conclusión de que todos los portulanos parecían haber sido copiados de un único mapa, ya que todos mostraban los mismos rasgos distintivos. Hapgood también concluyó que el portulano de Ibn ben Zara, fechado en 1487, era el mejor y el que con mayor esmero había sido copiado del original.
El mapa Ibn Ben Zara, 1487
Es probable que no se tratase del original, pero sí del que mejor lo había reproducido.
Hapgood dice al respecto:
«Me atraía estudiar dicho portulano porque parecía muy superior a todos los demás que había visto, sobre todo en la finura de la delineación de cada detalle de las costas. Al examinar estos detalles en comparación con mapas modernos, me asombró comprobar que no había islote, por pequeño que fuese, que no hubiera sido reflejado. (...) Las coordenadas del mapa revelaron una precisión asombrosa en lo tocante a las latitudes y longitudes relativas. La longitud total entre el mar de Azov y el estrecho 3de Gibraltar solo se desviaba medio grado de la realidad» .
Esto supone un error de solo 50 kilómetros en una distancia total Este-Oeste de más de 5.000 kilómetros, y demuestra más precisión que los mapas de carretera de mediados del siglo XX.
Todos los portulanos que han llegado hasta nuestros días se centran en Europa:
muestran la costa atlántica y todo el Mediterráneo, y suelen incluir también el mar Negro. Excepcionalmente, como es el caso del mapa de Ibn ben Zara, llegan por el norte hasta el mar de Azov. Uno o dos de los portulanos se extienden por el este hasta el mar Caspio En todos ellos, la precisión longitudinal es asombrosa.
Debemos plantearnos una pregunta clave. Aunque en los portulanos a los que tenemos acceso solo aparece Europa, ¿cubría el mapa original del que proceden todos los demás una zona mucho mayor?
Es más, dichos portulanos ¿pudieron haberse copiado de la zona europea de un mapa más amplio que cubría todo el mundo?
Nos encontramos ante una cuestión de vital importancia.
Si los portulanos solo cubren la zona europea de un mapa del mundo mayor o «mapamundi», como dirían los académicos—, podemos deducir que el resto del mundo estaría representado con la misma precisión que la parte europea.
En resumen, que de haber existido dicho mapamundi, habría representado con precisión Europa, Asia, Africa y las dos Américas, ya que no hay motivos para suponer que el resto del mundo hubiese sido dibujado con menor precisión que la parte europea. Conviene hacer hincapié en lo delicado de la situación: de haber existido un mapamundi que representase Europa, Asia, África y las dos Américas, los poseedores de tan preciado mapa se habrían percatado de la presencia de tierras al otro lado del Atlántico, tierras que no correspondían a Asia.
¿Existió realmente un mapamundi semejante? ¿Llegó a manos de los templarios? ¿Llevaron estos copias a Portugal y a Escocia que sirvieron de guía en los viajes transatlánticos en busca de refugio contra la persecución religiosa en un Nuevo Mundo que no era Asia?
LOS MAPAMUNDIS O ANTIGUOS MAPAS DEL MUNDO
Michael Bradley observa: «Me parece justificado considerar la posibilidad, y aun la certeza, de que los templarios estuviesen en posesión de un mapa del mundo de tal clase.
La razón que me lleva a exponerlo con tanta convicción es que los estudiosos han hallado precisamente esa clase de mapamundis en archivos de Oriente Medio.
En concreto, se han hallado dos mapas fascinantes:
el de Hadji Ahmed se descubrió en 1860 en lo que actualmente es el Líbano, y en 1929 se halló el de Piri Reis en el antiguo Palacio Imperial de Constantinopla.
MAPA DE PIRI REIS
Suponiendo que un cartógrafo de los siglos XV o XVI hubiese tenido acceso a un mapa extremadamente preciso que pudiese copiar, se habría sentido animado a «mejorarlo» basándose en los conocimientos más avanzados y modernos de su época.
Veamos la situación desde el punto de vista del cartógrafo: por más que tuviese un mapa en el que apareciera el mundo entero, incluidos algunos lugares que aún no hubieran sido descubiertos, él no estaba en condiciones de saber hasta qué punto hubiera sido preciso ese mapa. Lo que sí sabía es hasta qué punto eran precisos sus propios mapas: muy poco precisos. ¿Quién le aseguraba que aquel preciado mapamundi era más fiable que los mejores mapas de la época?
No tenía motivos para pensarlo, así que se creía en el derecho, y aun en la obligación, de corregirlo en la medida de lo posible.
En el caso de lugares desconocidos debido a su inaccesibilidad, como el norte de Groenlandia, o de lugares descritos en el mapa pero aún por descubrir, al cartógrafo no le quedaba más remedio que confiar en el mapa original. Pero si se trataba de lugares que el cartógrafo creía conocer, como la costa atlántica de Europa y la zona del Mediterráneo, se sentía obligado a mejorar las cosas según el conocimiento del que dispusiese. Lamentablemente para los cartógrafos medievales y del primer Renacimiento y para el estudioso moderno, el conocimiento y las técnicas cartográficas de los siglos XV y XVI no estaban a la altura en términos de precisión de ciertos mapas que obraban en poder de algunos cartógrafos de la época.
Los misteriosos mapas originales se destacaban por ser muy precisos, mientras que los intentos del cartógrafo por mejorarlos según los conocimientos de la época daban como resultado distorsiones que desentonaban escandalosamente debido a su ignorancia. Algunos mapas, como el de Hadji Ahmed y el de Piri Reis, eran muchísimo más precisos que cualquier mapa de la época, obviando el hecho de que mostraban áreas que supuestamente aún estaban por explorar.
EL MAPA DE HADJI AHMED
Comencemos por el mapa de Hadji Ahmed. Lo dibujó un cartógrafo árabe, vagamente conocido, que trabajaba en Damasco. Está fechado en 1159 y muestra el mundo entero mediante una proyección algo extravagante, más artística que científica, típica de la cartografía árabe de mediados del siglo XVI. Si lo observamos atentamente, vemos que Hadji Ahmed «mejoró» el Mediterráneo según Ptolomeo - deformandolo y dibujó Africa según las mejores fuentes portuguesas a su disposición, deformándola también según la costumbre de mediados del siglo XVI
mapa de Hadji Ahmed - 1559
Sin embargo, si nos fijamos en las dos Américas, tienen una forma casi moderna, y no se observan grandes diferencias con el mapa de Sudamérica de Mercator, dibujado diez años después según datos facilitados por exploradores de la época. Afortunadamente, parece ser que Hadji Ahmed no tuvo acceso a mapas contemporáneos de las Américas, con lo que tuvo que limitarse a copiar ciertos mapamundis misteriosos que obraban en su poder
El desconocido mapa del que se sirvió Hadji Ahmed era más preciso que los datos de los que se disponía en 1559, lo cual le confiere un aspecto muy moderno. En él vemos Baja California, cuyo mapa aún no había sido trazado. Vemos también la costa noroeste de Norteamérica, incluida Alaska, aún por descubrir. Descubrimos las islas Hawai, que aún tardarían doscientos años en ser descubiertas; y un rosario de islas en el Pacífico que recuerda vagamente a las islas de Polinesia que tampoco habían sido descubiertas. Vemos la Antártida con toda claridad, e incluso un esbozo de la península de Palmer, aún por descubrir.
El Extremo Oriente, en la medida en que puede distinguirse en la curiosa proyección de «manzana partida» utilizada en el mapa, aparece deformado, pero razonablemente preciso.
Pero lo más extraño y desconcertante del mapa es la región que une Alaska con Asia.
El arco de las islas Aleutianas se describe con precisión, pero no encontramos el estrecho de Bering por ninguna parte; en su lugar vemos una extensa franja de tierra. La parte superior del mapa describe cómo era dicha región hace diez mil años, y muestra el «puente de tierra de Bering» que une Asia con Norteamérica, y lo muestra tal como era.
Hasta 1958, Año Geofísico Internacional, los científicos creían que el puente de tierra de Bering había sido precisamente eso, un «puente», es decir una estrecha franja de tierra que conectaba Asia con Alaska.
Sondeos realizados en 1958 demostraron de manera concluyente que dicha franja de tierra no había sido un estrecho puente, sino una extensión de tierra de proporciones casi continentales que incluía toda la zona al norte de la cordillera de las Aleutianas y Alaska. Es decir, tal como lo había dibujado Hadji Ahmed en su mapa.
Este hecho no admite ningún tipo de especulación. ¿O acaso se trata de una coincidencia? Quizá un cartógrafo mediocre, al no saber cómo acababan Asia y Norteamérica, decidiera simplificar las cosas y unir ambos continentes. Hapgood y Bradley opinan que el mapa de Ibn ben Zara comparte una característica peculiar común a todos los portulanos, y en especial a los mejores:
una precisión asombrosa en términos generales, pero el nivel del mar está demasiado bajo.
En el mapa de Ibn ben Zara la mayor parte de las islas del Egeo aparecen representadas un poco más grandes de lo que son en la actualidad, en tanto que vemos ciertas islas «adicionales» que no existen hoy día, pero que quedarían a la vista si el nivel del mar descendiese entre 60 y 90 metros. Estas islas existieron hace diez mil años, hacia finales de la Era Glacial, cuando el nivel del mar era precisamente entre 60 y 90 metros más bajo que en nuestros días.
En el mapa de Ibn ben Zara observamos también que los deltas de ríos como el Nilo y el Ródano son bastante más pequeños que en la actualidad, como si los ríos fuesen más jóvenes y acabasen de comenzar a fluir tras la retirada de los hielos.
En el mapa de Hadji Ahmed observamos que el mismo fenómeno se reproduce en otras zonas además de en la región de las Aleutianas.
En el sur de California hay un enorme saliente que se extiende hacia el Pacífico, en el lugar donde hoy en día encontramos una especie de plataforma continental que hace miles de años estuvo por encima del nivel del mar.
Si observamos el noreste de Norteamérica, vemos una ensenada que representa la bahía de Fundy o el estuario del río San Lorenzo, pero Nueva Escocia y Terranova están unidas.
Así debió de ser hace diez mil años, pues los Grandes Bancos de Terranova y el Banco Georges junto a Nueva Escocia habrían estado por encima del nivel del mar.
El profesor Steve Davis, de la Universidad de St. Mary en Halifax, Nueva Escocia, causó un gran revuelo entre los arqueólogos canadienses al anunciar que un pesquero había sacado a la superficie utensilios humanos en la zona del Banco Georges.
Davis estimó que los restos databan de unos diez mil años atrás. Es decir, que esas tierras ahora sumergidas estuvieron un día habitadas. Aunque la prensa canadiense adornó los titulares con fantásticas alusiones a la Atlántida, los restos encontrados eran utensilios primitivos para tratar el pescado, muy parecidos a los utilizados hoy en día por los esquimales y por los desaparecidos indios beothuk de Terranova.
Dado que la cuestión del nivel del mar es común a todos los portulanos y a los mapamundis de los que estos se copiaron, ¿hemos de creer que hace diez mil años se trazaron mapas precisos de la Tierra y que algunas copias llegaron a la época medieval?
EL MAPA de PIRI REIS
El mapa de Piri Reis, hallado en 1929 en el museo Topkapi en Estambul, constituye un rompecabezas aún mayor.
Fue realizado en 1519, año en el que la expedición de Magallanes partió para circunnavegar el mundo; pero la expedición no regresó a Europa hasta 1521, así que Piri Reis no pudo haberse basado en información recogida del viaje.
Según unas notas al margen, probablemente escritas por el propio Piri Reis, el mapa se basaba en «el mapa de Colón» y en otros mapas «de la época de Alejandro Magno».
Obsérvese que Piri Reis no habla de un mapa realizado por Colón, sino de un mapa de Colón. Piri Reis fue un pirata islámico que llegaría a convertirse en almirante turco en realidad era judío, como muchos otros en las cortes árabe y turca—, y pudo haber estado en posición de saber, o adivinar, con qué clase de mapa contaba Colón y de qué mapamundi había sido copiado.
En cualquier caso, su mapa causó un enorme revuelo en círculos diplomáticos y geográficos, ya que mostraba el continente americano con una precisión increíble.
El problema residía en que en 1519 América aún no había sido explorada, ni siquiera costeada a gran escala. Los europeos comenzaban a aventurarse más allá del Caribe:
Cortés desembarcaba en México ese mismo año, y Pizarro aún no había entrado en contacto con los incas de Suramérica. ¿Cuál pudo haber sido la fuente de un mapa semejante? Henry Stimson, secretario de Estado estadounidense en aquella época, se carteó con mucha frecuencia con las autoridades turcas durante buena parte de la década de 1930. Stimson le pedía a los turcos que realizasen una búsqueda meticulosa en sus archivos para ver si salían a la luz mapas similares.
Las autoridades turcas accedieron a sus peticiones, o eso dijeron, pero no apareció ningún mapa semejante a los de Hadji Ahmed o Piri Reis.
El mapa de Piri Reis reproduce la costa del Nuevo Mundo con una precisión asombrosa, aunque al lector medio quizá no se lo parezca. Sin embargo, los expertos en cartografía de los años 30 sí que supieron reconocer inmediatamente que el mapa de Piri Reis había sido dibujado con un tipo muy especial de proyección: la proyección azimutal equidistante.
He intentado explicarlo y demostrarlo visualmente en las ilustraciones que acompañan a estas páginas. Si las observan atentamente y leen las descripciones, entenderán las sorprendentes implicaciones del mapa que nos ocupa. Los expertos en cartografia se mostraron y siguen haciéndolo— asombrados e intrigados.
El profesor Charles Hapgood pasó mucho tiempo analizando el mapa de Piri Reis, y el Mando Aéreo Estratégico se mostró totalmente de acuerdo tanto con sus métodos como con sus sorprendentes conclusiones:
el mapa de Piri Reis solo pudo haber sido dibujado a partir de datos extraídos de una fotografía aérea. En la obra de Hapgood Maps of the ancient sea-kings encontrarán un análisis detallado y profusamente ilustrado de este mapa y de muchos otros. Los historiadores están en deuda con Hapgood por haber recopilado todos esos mapas y habernos revelado su asombroso contenido.
EL MAPA DEL NORTE DE ZENO
Es probable que Henry Sinclair, que fue gran maestre de los templarios después la huida de la Orden a Escocia, tuviese en su poder un mapa sorprendente cuando zarpó hacia Nueva Escocia en 1398 —tema del que hablaremos en el próximo capítulo. Dicho mapa se conoce con el nombre de «Mapa del Norte de Zeno», y lo dibujó Antonio Zeno, navegante veneciano a las órdenes de Sinclair, a finales del siglo XIV.
Supuestamente, el mapa es el resultado de un viaje realizado por los hermanos Zeno, Antonio y Nicolo, que zarparon de Venecia en 1380. Su expedición pudo haberlos llevado a Islandia y Groenlandia, y quién sabe si también a Nueva Escocia. Trazaron un mapa del Atlántico Norte que estuvo perdido durante dos siglos, hasta que fue descubierto por uno de sus descendientes en la década de 1550.
Un estudio minucioso del mapa, realizado por Hapgood y relatado en detalle en su libro , revela que Antonio Zeno copió su mapa de algún otro extremadamente preciso dibujado mediante proyección cónica.
Antonio ZENO no estaba familiarizado con ese tipo de proyección algo comprensible, dado que no se «inventaría» hasta tres siglos después de su muerte , y también «mejoró» ciertos aspectos en la medida de sus conocimientos.
René Noorbergen coincide en que los hermanos Zeno no pudieron ser los cartógrafos originales.
Es de suponer que los hermanos desembarcaron en Islandia y Groenlandía, aunque su mapa establece con total precisión la longitud y la latitud no solo de estas tierras, sino también de Noruega, Suecia, Dinamarca, la costa báltica alemana, Escocia e incluso tierras tan poco conocidas como las islas Shetland y las Faroe.
Los cartógrafos originales conocían, asimismo, la longitud correcta en grados de todo el Atlántico Norte; así pues, es muy probable que el mapa, en lugar de haber sido realizado a posteriori, fuese dibujado por los hermanos Zeno antes del viaje y utilizado en su expedición a las tierras del norte.
Para hacernos una idea de lo antiguos que debían de ser los mapas originales solo tenemos que fijarnos en que el mapa de Zeno representa Groenlandia libre de hielo.
En su interior vemos montañas y ríos que desembocan en el mar, donde hoy en día no hay más que glaciares.
El capitán Mallery, cuyo estudio del mapa de Piri Reis le llevó a analizar otros mapas del Renacimiento, como el de los hermanos Zeno, reparó en la existencia de una llanura que ocupa el interior de Groenlandia, atravesada en su zona central por montañas.
Estos detalles no son apreciables en la actualidad debido a la capa de hielo, pero su existencia se vio corroborada cuando la expedición al Polo Norte del francés Paul-Emile Victor (1947-49) confirmó dicha topografía mediante sondeos sísmicos"
Igual que existe la leyenda de que la Antártida estuvo un día libre de hielo y quizá llegase a estar habitada, existen también otras leyendas que hablan de una civilización que algún día pobló las tierras del norte, ahora enterradas bajo muchos metros de hielo:
las de Thule, Numinor e Hiperbórea.
Egerton Sykes, en la página 20 de su Dictionary of non-classical mythology, contempla la posibilidad de que la leyenda vikinga de Fimbulvetr el «espantoso invierno» desencadenante de los desastres épicos de Ragnarok y la caída de los dioses del Valhalla-- refleje un acontecimiento histórico:
la destrucción de una civilización prehistórica que habría poblado las regiones boreales poco antes de la Era Glacial' .
Resulta interesante preguntarse si el mapa de los hermanos Zeno muestra lo que pudo haber sido el continente perdido de Thule, una tierra legendaria situada al norte y citada por historiadores griegos y romanos:
Diodoro Sículo (Biblioteca histórica, siglo I a.C.),
Estrabón (Geografía, siglo I a.C.) y
Procopio (Historia de la guerra contra los godos, siglo IV d.C.).
Thule era una isla del Atlántico Norte que se encontraba a seis días de navegación de las islas Oreadas y cuya extensión era diez veces superior a la de Gran Bretaña. Los historiadores de la Antigüedad sostenían que allí había bosques gigantes, muchos animales salvajes y varias razas de hombres, algunas de ellas muy primitivas, mientras que otras estaban más civilizadas, aunque practicaban sacrificios humanos. Durante el invierno, el sol no brillaba durante 40 días con sus noches, y en verano no se ponía durante un periodo similar.
Curiosamente, existe un inmenso bosque petrificado en la isla Baffin, hecho que contribuye a confundir la idea que pudiésemos tener sobre la última glaciación, durante la cual, por extraño que parezca, enormes rebaños de mamuts lanudos y de rinocerontes se paseaban por el interior de Alaska e inmensos bosques poblaban la isla de Baffin en el. Ártico, mientras que Michigan y Wisconsin estaban cubiertos por espesas capas de hielo.
Ahora resulta que, increíblemente, Groenlandia pudo haber estado libre de hielo al mismo tiempo.
La leyenda de la tierra perdida de Thule ha tenido mucho peso dentro de la mitología nórdica, para los caballeros teutónicos en la Edad Media y para grupos ocultistas de la Alemania nazi. La Sociedad de Thule, a la que pertenecían Adolf Hitler y otros oficiales nazis, se reunía en Berlín y constituía un núcleo ocultista dentro del movimiento nazi.
Se creía que Thule habitualmente identificada con Groenlandia había sido una isla situada al norte de la
Atlántida a la que muchos atlantes podrían haber huido antes de la destrucción de su tierra.
¿Procede el mapa de los hermanos Zeno de una época posterior al hundimiento de la Atlántida pero anterior al momento en el que el hielo cubrió por completo Groenlandia, la mayor isla del mundo? ¿Dónde pudieron encontrar algo así aquellos navegantes italianos?
Como ya hemos señalado, Antonio Zeno trabajó a las órdenes de Henry Sinclair. Quizá este compartiese con aquel el mapa que serviría de modelo al de los hermanos. Pero ¿cómo había llegado a Rosslyn, hogar de los Sinclair, un mapa del Atlántico Norte extremadamente preciso? Es probable que llegase con los refugiados templarios.
LA CONEXION TEMPLARIA
La razón que lleva a tal conclusión es sencilla y, en mi opinión, está justificada.
Hace no demasiado tiempo se hallaron dos mapamundis en archivos de Oriente Medio:
el de Hadji Ahmed en 1860 y el de Piri Reis en 1929.
Es probable que hubiese muchos mapas del estilo en esos mismos archivos hace unos 900 años, cuando los templarios tomaron y saquearon muchas ciudades bajo control sarraceno. Podemos aventurar sin temor a equivocarnos que unos cuantos mapas similares fueron descubiertos por la dinastía De Bouillon, fundadora de la orden del Temple.
De Bouillon era descendiente de los reyes merovingios, y pertenecía por lo tanto a la estirpe del Santo Grial.
Seguramente los templarios apreciaron enseguida el valor de aquellos mapas. De haber sobrevivido el reino de Jerusalén, su riqueza y prosperidad futura habrían dependido del comercio, no de la agricultura en el siglo XII, Palestina era muy parecida a como es en la actualidad. Cualquier cosa que hubiese colocado a los De Bouillon en una posición privilegiada de cara al comercio habría sido considerada un tesoro, y se habría encomendado a los templarios la tarea de protegerla.
Pero los De Bouillon perdieron Jerusalén.
Volvieron a la Provenza francesa solo para ser exterminados durante la cruzada contra los albigenses.
Quizá sobreviviesen algunos representantes de aquel «Santo Linaje», pero poco después también los templarios serían proscritos y dispersados. Los mapas cobraron un valor mucho mayor del que habían tenido tiempo atrás en Palestina: la supervivencia misma del «Santo Grial» dependía de ellos. Si había una nueva tierra al otro lado del Atlántico, tal como mostraban los mapas de Hadji Ahmed y Piri Reis, podía existir un lugar a salvo de la Inquisición. Quedaba en manos de los templarios encontrarlo, y con esa esperanza huyeron a Escocia y Portugal con sus preciados mapas. Las expediciones atlánticas no se hicieron esperar.
Sabemos que Henry Sinclair poseía uno de aquellos mapas porque así aparece recogido en el relato detallado de su viaje, conocido como la «Narración de Zeno».
EL MISTERIOSO MAPA DE MAGALLANES
También está demostrado que la realeza portuguesa —cuyos miembros pertenecían a los caballeros de Cristo, nueva encarnación de los templarios estaba en posesión de mapas que mostraban los descubrimientos «por adelantado».
Antonio Pigafetta, navegante vinculado a la expedición de Magallanes de 1519, declaró lo siguiente en relación con el misterioso mapa del que disponía su patrón, copiado de otro propiedad del rey de Portugal:
«Toda la tripulación pensaba que [el estrecho de Magallanes] no tenía salida por el oeste; solo la confianza que tenían en el conocimiento superior del capitán les animaba a seguir adelante con la expedición. Pero aquel gran hombre, tan hábil como educado, sabía que debía buscar una salida de aquel recóndito estrecho, estrecho que había visto representado en una carta de navegación del excelente cosmógrafo Martín de Bohemia que poseía el rey de Portugal».
¿De dónde procedía dicha carta de navegación? Nadie lo sabe a ciencia cierta. No hay prueba de ello, pero parece probable que llegase a Portugal con los templarios del mismo modo que el mapa del Norte de Henry Sinclair llegó a Rosslyn tras la dispersión de la Orden. Las coincidencias parecen apuntar en esa dirección, aunque no constituyan una prueba irrefutable.
Colón también tenía un mapa parecido; quizá se tratase de una copia de los mismos mapas que habían servido de modelo para el de Piri Reis, o de uno parecido al de Hadji Ahmed. En ambos aparece representado el Nuevo Mundo, y ninguno de los dos confunde América con Asia.
Hapgood señala que es probable que Colón no hubiese entendido la clase de proyección empleada en un mapa como el de Piri Reis, pero eso importa poco. Las distancias relativas son precisas según una proyección azimutal equidistante.
En opinión de Hapgood, Colón habría reconocido fácilmente Europa y el Mediterráneo y elaborado una escala aproximada para el mapa entero basándose en las distancias europeas, que sí conocía. Habría sabido en qué dirección debía navegar y la distancia aproximada hasta su destino.
Así pues, se impone la hipótesis de que estos inexplicables mapamundis llegaron a Occidente con los templarios. Parece más que probable que estos se hiciesen con ellos en Oriente Medio; quizá algunos los obtuviesen de los asesinos nizaríes, que tenían fama de coleccionar mapas, libros y todo tipo de manifestaciones del saber.
Puede que muchos de ellos fuesen copias de mapas más antiguos, procedentes de grandes bibliotecas, como la de Alejandría.
Los marineros cuentan historias, y los mapas también.
Una bandera negra con una calavera y dos tibias cruzadas ondeaba en lo alto de los barcos templarios en las islas Oreadas décadas después de la abolición de la Orden. No les quedaba más refugio que sus castillos de Escocia y Portugal.
En 1391 el príncipe Henry Sinclair, gran maestre templario y almirante de la flota escocesa, conoció a Nicolo Zeno. Ambos idearían un plan para llegar a Norteamérica cien años antes que Colón.
Estaba a punto de comenzar una de las más grandes aventuras de la Historia, con episodios como la intrépida exploración de ignotos mares por la flota perdida de los templarios, el establecimiento de una pequeña colonia, un asesinato perpetrado por el Vaticano y la creación de una poderosa flota de renegados contra los enemigos del Temple.....
apendice:
Los mapas fuera del tiempo
Pero no sólo encontramos problemas con el enigmático mapa de Piri Reis.
Hay muchos mapas antiguos que dibujan tierras que no habían sido exploradas en los tiempos en que se realizaron los mapas.
En las cartas del español Juan de la Cosa del año 1.500 figuran partes de Norteamérica que aún estaban por descubrir!
Hay muchos mapas antiguos que dibujan tierras que no habían sido exploradas en los tiempos en que se realizaron los mapas.
En las cartas del español Juan de la Cosa del año 1.500 figuran partes de Norteamérica que aún estaban por descubrir!
El mapa de Pizzigano fechado en el año 1.424 muestra islas aún sin descubrir como eran Puerto Rico o Guadalupe, pero con nombres de Antilia y Satanaces.
Australia descubierta en teoría en el siglo XVII, aparece en su totalidad en algunos mapas como el de Jorge Reinel de año 1.510 o también en el deJeanRotz de 1542, Pier Desceliers de 1.546 o Nicholas Vallard de 1.547.
El mapa de Yehudi Ibn Ben Zara datado en 1.487 muestra la isla de Groenladia surcada por ríos, con valles y montañas que han sido confirmados en el año 1.947 mediante técnicas de sondeos…
Lo que se llaman navegantes musulmanes eran todos godos, llegaron a america, y construyeron los primeros mapas mundis conocidos, tenian obsesión por conocer las dimensiones del planeta y su geografia. Incluso guzman el bueno, que nació en américa, antepasado de la casa de medinasidonia, y luego pasado al bando cristiano, su mismo nombre rebela que era un godo. los godos colonizaron desde america hasta japon, el mundo de uno a otro confin siglos antes de que la historia lo reconozca, la cuestión es ¿por qué ese afan de abrir fronteras y expansión universal, medida y conocimiento geográfico y conocimientos astronómicos? y a la par esa obsesión por mostrar sus conocimientos secretos a todos mas allá de la lengua, raza o religión.
El increíble mapa de Piri Reis
El mapa de Piri Reis muestra entre otras, las islas Malvinas descubiertas en 1.592. Pero lo más sorprendente es el perfil de costa de la Antártida que se muestra con gran detalle.
Piri Reis fue un marino y cartógrafo otomano nacido en Gallípoli, sobrino de Kemal Reis, el más famosos de los piratas que asolaron el Mediterráneo entre los siglos XV y XVI. Y así Piri Reis fue también pirata llegando a ser almirante de la flota turca en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Pero aunque pirata, fue hombre de gran cultura llegando a dominar además de su lengua otomana, el árabe, el griego, el español y el portugués.
Piris Reis se aficionó a coleccionar cientos de mapas antiguos de todas partes del mundo, llegando a publicar un atlas de 215 mapas que abarcaba desde Dardanelos hasta Gibraltar.
Unos años antes, en 1.513, confeccionó, tal y cómo él explica a partir de otras 20 cartas más antiguas de los tiempos de Alejandro, el mapamundi del que sólo se conserva un fragmento y que ha hecho muy famoso a tan especial marino. El famoso mapa de Piri Reis, pintado sobre piel de gacela, y que regaló al sultán Selim I, fue descubierto en el año 1929 en el palacio de Topkapi de Estambul. Mide 90 x 65 centímetros con grabados en colores y leyendas ilustradas.
La Antártida sin hielo
Esta piel es sólo la mitad de mapa y fue separado de su otra mitad por algún interesado que quiso llevarse la que justamente representaba el Mediterráneo y todo el oriente próximo y lejano este. La parte que nos ha quedado representa España y Africa, así como América del Sur y algo de Norteamérica. Pero lo verdaderamente sorprendente es que en él aparece la Antártida SIN hielos.
El cartógrafo Arlington Mallery, capitán de la USA NAVY, descubrió el mapa en el año 1.954 cuando estudiaba otras cartas antiguas para investigar si los vikingos pudieron llegar a América antes que Cristóbal Colón. Se quedó sorprendido al comprobar como la tierra de la Reina Maud en la Antártida figuraba en el mapa con islas que solo recientemente han sido descubiertas. En el mapa Piri Reis las Azores y las Canarias estaban situadas con mucha exactitud y los contornos de la Antártida se correspondían con bastante aproximación a los que expediciones actuales han podido determinar entre los años 1.949 a 1.952.
Tierra de Fuego en Argentina aparece unida al continente antártico, y sorprendentemente el perfil que los une, en el peligrosamente famoso paso Drake, se corresponde con el perfil submarino de esta parte del mar.
Pero la era glaciar finalizó hace 17.000 años cuando los mares estaban 140 metros por debajo del nivel actual… Es decir: Las líneas costeras de las cartas de tiempos de Alejandro el Magno copiadas por Piri Reis tuvieron que ser cartografiadas antes de que la Antártida quedara cubierta por los hielos con espesores cercanos a los dos kilómetros de grosor.
Es decir, las cartas de tiempos de Alejando, que casi con seguridad ardieron en el pavoroso y desastroso incendio de la biblioteca de Alejandría, o bien eran sumamente antiguas o provenían de copias a su vez mucho más antiguas.
¿Una imagen del espacio?
El técnico francés de la NASA Maurice Chatelain, estudió el mapa Piri Reis y descubrió que las deformaciones que tiene no son tales… Si saliéramos al espacio y viéramos el planeta desde fuera de la atmósfera, la vista obtenida correspondería con la deformación que se observa en las líneas de costa del mapa Piri Reis. Es decir, corresponde a una proyección plana de la superficie esférica del planeta, tal y como lo veríamos desde un cohete a 4.300 kilómetros de altura y con el objetivo de la cámara centrado encima de El Cairo, ¡donde se encuentra la gran pirámide de Giza!
En el mapa se observa una gran isla que ya no existe y es nombrada como Antillia. Algunos ríos caudalosos atraviesan lo que hoy es el desierto del Sahara. Ahora sabemos que hace más de 8.000 años este enorme desierto era surcado por grandes ríos que regaban fértiles praderas.
La información cartográfica descrita en el mapa de Piris Reis tiene por tanto más de 10.000 años, pues es cuando se sabe que el istmo que unía la Antártida con Ushuaya desapareció creando el famoso Cabo de Hornos y el Estrecho de Drake.
Pero existen otros misteriosos mapas antiguos que muestran la Antártida sin hielos, como por ejemplo el Mapamundi de Oronteus Finaeus o el de Gerardus Mercator de 1.538. Este conocido cartógrafo que hoy conocemos por su famosa proyección, visitó Egipto en numerosas ocasiones. El francés Philippe Buache publicó un mapa de la Antártida con una exactitud desconcertante y solo comprobada a partir de 1.958 mediante pruebas sísmicas.
Las costas coinciden con mucha exactitud, y en los mares del sur se observa una gran desviación que podría provenir de una imagen proyectada sobre un plano a partir de la esfera terrestre.
Algunos historiadores han sugerido que el supuesto perfil de la Antártida corresponde con la costa de la Patagonia oriental girada 90º. Quizás por razones de espacio Piri Reis realizó así el dibujo, como a veces de practicaba en la época.
El polémico historiador Graham Hancock sugiere en su obra “Las huellas de los dioses” que una civilización muy avanzada habitó el planeta hace más de 12.000 años. Desconcertante, inquietante y sorprendente.
The Mystery of Waldseemuller
You might not think that maps are very interesting. I’ll grant you that looking at maps probably won’t surpass going to the movies or playing video games as “fun entertainment”. But maps can be interesting. Looked at as a timeline, maps have displayed man’s ever-increasing knowledge of the world around him. From early maps that look a lot like something a grade schooler might draw, maps have become ever more accurate.
While maps have been a showcase of the increase of knowledge, they’ve also displayed important changes in human history. Most maps made in the Middle Ages, for example, have Jerusalem as their center. As the influence of the Church waned and maps became important economic tools, Europe became the center of most maps. And of course, looking at maps with political boundaries can show how empires expand and contract, which countries merge with others or cease to exist entirely, and which new countries form out of the ashes of others.
Maps can also hold secrets. Secrets that stay hidden for centuries. Secrets that people have only noticed just now, and are still trying to understand. Take a look at the following map (click on it to open it in a new window or tab):
This map is called the “Waldseemuller map”. It is named after its creator, the German cartographer Martin Waldseemüller, who first published the map in 1507. The map initially gained fame as the first map that used the name “America” to refer to the New World. So in a very real sense, the reason you call yourself an “American” is because Martin Waldseemüller decided to put that name on his map. The map is also famous for its layout – with Europe in the center, the Americas to the left and Asia to the right. Almost all maps made since Waldseemüller’s day have used this same layout.
But there’s a lot more going on with this map that you might imagine. Look at the mapcarefully. At first glance, it might look like any other European map of the world from the time: the continents are shaped incorrectly and lots of places are missing. But look closer. South America is the land mass on the bottom left of the map. It might not look especially accurate, but if you were to rotate the map, such that the grid lines over South America were perfect rectangles, you’d probably be shocked by what you saw – a continent that looksalmost exactly as it does on modern maps. In fact, recent study of the map has shown that Waldseemüller’s map accurately portrays the width of most of South America to a minuscule70 miles compared to today’s maps, which are made by careful surveying and satellite technology. Let me repeat that: 500 years ago, a man in Germany made a map of South America that, compared to the best maps we can make today, is only “off” on most points by70 miles.
The secret of this map is, of course, how Waldseemüller made such an accurate map. Although the Vikings or John Cabot might be able to lay claim to discovering North America, it’s well established that Christopher Columbus was the first European to set foot on SouthAmerican soil. And he did that in 1498. So, somehow, in less than 9 years, Europeans were able to develop an astonishingly accurate map of an entire continent.
And the mystery deepens – a lot – when you consider the west coast of South America. According to history, Vasco Nunez de Balboa became the first European to reach the Pacific by land (1513) and Ferdinand Magellan was the first to reach the Pacific by sail (1520). So if these were the first two Europeans to reach the Pacific… how did Waldseemüller make this map in 1507? Was there a mission to map the west coast whose name has been lost to history? Did a secret mission attempt to map the west coast? Did Asian mapmakers share their secrets with Europeans? If so, where? And when? And how come no one wrote anything down about it? And how did all of this information come into the hands of a German in 1507? Germany wasn’t much of a sea-faring nation, and the Spanish and Portuguese would have done everything in their power to keep the map out of the hands of a heretic economic rival.
We honestly don’t know how Waldseemüller made his map. But trust me, there are researchers out there trying to find out how he did.
Excelente exposición del tema. +nnDnn+
ReplyDeletemuy bueno,
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