31.8.17

'Imperiofobia y leyenda negra', desmontando los tópicos sobre el Imperio español

El ensayo de María Elvira Roca Barea analiza la propaganda antiespañola
https://imagessl3.casadellibro.com/a/l/t0/33/9788416854233.jpg

LOS INTELECTUALES Y ESPAÑA
MARÍA ELVIRA ROCA BAREA

"Analfabetos ha habido siempre pero nunca habían salido de la universidad"


Imperiofobia y Leyenda Negra, el libro de Elvira Roca Barea supone una inyección de autoestima en el ánimo lacónico que caracteriza a los españoles, a quienes se les podría aplicar una versión de la máxima de Pareto: la gente no se cuestiona individualmente lo que colectivamente no le importa cuestionar.
O sea España y su Historia.Algunos sectores de la izquierda se niegan a celebrar el 12 de Octubre porque no se conmemora el descubrimiento de América sino un genocidio. Ése es un tópico que figura en el organigrama de la Leyenda Negra desde el inicio de la guerra en los Países Bajos (1568) con Guillermo de Orange. Luego se incorporó a la Ilustración y más tarde, lo asumieron el liberalismo y la izquierda.

Posteriormente, lo adoptaron los movimientos indigenistas. Y seguirá existiendo porque permite echarle la culpa a otro de las desdichas del presente, ya sea ese presente el de la España decimonónica o actual o el de Hispanoamérica. Es mucho más cómodo culpar a la Historia que asumir la propia responsabilidad. Pero se habla de genocidio...Algunos autores sostienen que había en América cuatro millones y otros 20 cuando se produjo el descubrimiento. Pero esas cifras no tienen base histórica porque no había censo alguno.
Lo que sí se sabe es que cuando llegaron los españoles hubo epidemias devastadoras (como el sarampión) que se pudieron controlar más gracias a que se desarrolló una política activa de control de epidemias, lo que evidencia que el Imperio se preocupaba por la salud de los indígenas.

Usted pone el ejemplo de Juan de Oñate, fundador de San Juan de los Caballeros, la primera ciudad fundada en lo que hoy es EEUU.Oñate llevaba en su expedición mujeres, niños, ovejas y va estableciendo cuarentenas para prevenir contagios cuando contactase con las nuevas poblaciones indígenas.
Eso no lo hicieron los ingleses. Siempre que se habla de las atrocidades que cometieron los españoles se cita la Brevísima (1551) de Fray Bartolomé de las Casas, a quien usted otorga un papel similar al que tiene hoy Chomsky en EEUU.Las cifras de Fray Bartolomé son falsas. Para que fueran verdad, cada español que hubiera pisado América desde el 12 de octubre de 1492 hasta el inicio de las guerras de la Independencia (1810) tendría que haber matado 14 indios al día.
¿Y qué es lo que hizo famoso a Fray Bartolomé? 
Que lo utilizaron los rivales del Imperio Español, esencialmente orangistas y los ingleses.
¿Y qué ha hecho famoso a Chomsky? 
Su posición de renegado interior de EEUU. La particularidad es que Chomsky, como Fray Bartolomé en el siglo XVI, nunca ha sido represaliado por ese imperio que tanto critica sino que ha obtenido enormes beneficios.
¿Fray Bartolomé no conocía bien América?
Su estancia más duradera fue cuando le nombraron obispo de Chiapas (1544-1550), pero sólo estuvo allí unos meses y en ese tiempo, como cuentan sus contemporáneos, ni se preocupó por conocer a los indios ni su idioma. En cuanto pudo, se volvió a España y se pasó el resto de su vida en la Corte.
¿Fue la conquista de América más sangrienta que otras?
¡Al contrario! Fue mucho menos sangrienta. La mayor parte de la expansión de los españoles en América se hizo pactando con indios. Cortés desembarcó con 500 hombres y acabó con el imperio Azteca.Y ni aunque todos ellos hubieran sido Rambos redivivos, hubieran podido tomar solos por ejemplo,

Tenochtitlan (1521), la capital, en donde vivían al menos 80.000 personas. Lo que tuvo que hacer Cortés fue pactar con las poblaciones sometidas por los aztecas que soportaban una tiranía espantosa. En los documentos de los totonacas sobre la caída de los aztecas, ellos consideran que fue Cortés quien les ayudó a ellos. Ellos son los protagonistas, no los conquistadores españoles. Y lo mismo pasó en el resto de Iberoamérica.

¿No hubo exterminio?
El crecimiento de la población en Iberoamérica fue espectacular. México capital tiene en 1621, 7.700 casas y en 1650, 30.000. Y Lima tiene en 1619 25.000, y en 1687, 80.000. Y según el Archivo de Indias, hasta 1700 sólo viajaron a América unos 200.000 españoles. Así que tuvieron que ser los indios o mestizos. Francisco Guerra estudió la Lima virreinal y demostró que había una cama de hospital por cada 101 habitantes. Podemos defendió el asalto a la capilla de Rita Maestre con un Seguimos siendo las brujas que no pudisteis quemar.Caminamos hacia un periodo áureo de indigencia mental. Hablando de cosas serias: ése es un mito que siempre ha estado muy contrastado.

En España las persecuciones de brujas fueron algo muy insólito. Sobre todo, si consideramos que las persecuciones masivas de los protestantes causaron miles de ejecuciones por brujería sin proceso legal alguno.
Por España existió Zugarramurdi y pare de contar.
¿Y por qué no existieron persecuciones de brujas en la España Imperial? Porque existía la Inquisición, que era un sistema legal y reglamentado para todo lo que se consideraba delito o disidencia religiosa. La Inquisición no sólo perseguía la disidencia del catolicismo sino también delitos como el proxenetismo, abuso de menores, falsificación de moneda... Desde 1560 hasta 1700, sólo resultaron condenados a muerte 1.300 procesados en España.

Y considerando que no sólo eran asuntos relativos a la fe sino que también se juzgaban a individuos que habían cometido delitos muy graves. Por ejemplo, hubo un tipo en Valencia al que sentenciaron a muerte por brujería.
En el sumario había constancia de que había matado a varios niños... Pero 1.300 condenados parecen muchos.Pues tenga en cuenta que en los 20 años que Calvino mandó en Ginebra se mataron a 500 personas, en una ciudad de 10.000 habitantes. Y hoy tiene una estatua. O los miles de ejecutados en los primeros años de reinado de Isabel I de Inglaterra.

¿La Inquisición era entonces más fiable que otros tribunales?
Desde luego. Mucho más. La Inquisición ofrecía más garantías al reo. De hecho, el derecho procesal en el mundo católico le ha debido mucho a la Inquisición porque instituyó un sistema judicial con instrucción de casos, jueces, abogados defensores... Su libro desmonta los tópicos de la Leyenda Negra española y de otros imperios. De hecho, sostiene que en su mayoría responden a la propaganda.
En el caso español, la Leyenda Negra parte de las oligarquías de los territorios que estaban bajo dominio español o que se enfrentaron a su poder. En Roma, por ejemplo, decían que todas las prostitutas eran valencianas, porque el papa Borgia lo era. Y Lutero hizo miles de grabados para denigrar a los españoles. Incluso encargó uno en el que aparece Carlos V practicándole una felación a la Iglesia representada como la Ramera de Babilonia.
El protestantismo tenía mucho de nacionalismo.El auge imperial español coincidió con el nacimiento de varios nacionalismos y chocó con ellos. El primero fue el germánico que no encontró la forma de articularse políticamente. Los príncipes alemanes se apoyaron en el protestantismo para poder luchar contra Carlos V y su idea de una Europa unida. El protestantismo creó iglesias nacionales mientras que España se apoyó en la idea multinacional de la religión católica, que era en un sistema moral en el que podrían convivir diferentes naciones.
¿Cuál es el recorrido de la hispanofobia?
La hispanofobia nace en cuanto comienza la expansión territorial de España hacia Italia.
Choca de plano con el humanismo italiano que son los primeros en decir que somos ignorantes, bárbaros... y vive en el repertorios de las autojustificaciones de las iglesias protestantes, Ilustración, etcétera, siempre preparado para reforzar la autoestima del norte. En la crisis de 2007, la prensa internacional recurrió a los viejos tópicos de la Leyenda Negra:

España siempre ha sido un lugar atrasado y raro, un país que casi no puede considerarse europeo, bárbaros y medio africanos. Ya en grabados del siglo XVII nos representan como PIGS.
Claro, los españoles eran cerdos, esto es, marranos, judíos, a pesar de su expulsión en 1492. Sí.
Pero eso era absolutamente habitual en la Europa de entonces. Y claro que decían que estábamos mezclados con los judíos. Nos llamaban marrani. Marranen en alemán. Y luego, según el territorio aplicaban diferentes formas para denigrar a los españoles. La hispanofobia tiene un vínculo fortísimo con el antisemitismo. Posteriormente, a los Países Bajos e Inglaterra les funcionó el tópico de que éramos unos bestias, para lo que el relato de Fray Bartolomé fue fundamental. En 1578 se editó en Holanda y Francia con el subtítulo: Tiranías y crueldades perpetradas por los españoles en las Indias Occidentales. Para que sirvan de advertencia a los Países Bajos. Era propaganda.
¿Eso es imperiofobia?
La imperiofobia es un fenómeno racista. Lo entendemos mejor cuando el grupo humano sobre el que recae el racismo es un grupo minoritario, periférico y marginal... Pero es que eso puede pasar a la inversa. Esto es, un grupo humano que ocupa una posición sobresaliente en un continente o a nivel mundial y que por eso, tiene que ser moralmente inferior, bárbaro. Como ha sucedido con los rusos, con los españoles y ahora con los americanos.
¿Por qué triunfa? 
Porque provoca un alivio moral. Pero los propios españoles hemos terminado asumiendo los tópicos de la Leyenda Negra. Todos los imperios tienen un sistema interior de autocrítica constante que es muy eficaz porque hace que mejoren las cosas y evita degradaciones.

La generación de 98 legó a los españoles un constante cuestionamiento.Las generaciones a las que les tocó perder los territorios de ultramar no fueron capaces de enfrentarse a ese hecho con valentía y se pasaron la vida buscando culpables del desastre. Y para no echarse la culpa a ellos mismos, intentaron situar el problema de la responsabilidad tres siglos atrás. Ahí viene el problema de la asunción de los tópicos de la Leyenda Negra.
Por ejemplo: ¿por qué perdimos el Imperio? Porque fuimos bárbaros, intolerantes... Todo para no asumir la propia culpa.Los españoles tenemos falta de autoestima.Pues no tenemos motivos. Es curioso que teniendo, por ejemplo, la escuela de Salamanca que sentó parte de las bases de lo estudios de economía o la expedición de Balmis, que sirvió para vacunar de viruela a cientos de miles de personas sigamos sintiendo que somos inferiores. Ni somos más corruptos, ni más
 inútiles, ni más ignorantes.
¿A qué se debe?
A España le ha pasado una cosa muy rara con sus élites intelectuales. A partir del siglo XVIII, esas élites asumieron todos los tópicos de la Leyenda Negra. Y eso se ha repetido generación tras generación. Se nota viendo la televisión.
¿Los Países Bajos del Imperio Español tienen semejanza con Cataluña? 
Todo nacionalismo necesita un enemigo para crecer. En los Países Bajos se produjo un proceso de segregación que llevó a una parte de la población (los católicos holandeses) a vivir en un estado de apartheid durante siglos. Y reinventaron la Historia. Hay que tener en cuenta que había más holandeses luchando en los tercios del duque de Alba que en el ejército de Guillermo de Orange que usaba mercenarios.

En Cataluña hay una gran parte de la población que vive en el exilio interior y el nacionalismo lleva más de 40 años inventándose la Historia.Pues los holandeses se independizaron.Porque les apoyaba Inglaterra, Francia... Nadie en Europa apoya la independencia de Cataluña.
¿Cuál es el problema de Europa?
No ha sabido aceptar su posición subsidiaria en el imperio hegemónico que es EEUU. También que se ha acabado con la gran educación europea que producía ese sustrato de clase media culta que garantizaba la pervivencia de la democracia. Siempre ha habido analfabetos pero ahora salen de las universidades. Usted ha enseñado en Harvard.
¿También allí?
Bastante. 
Gente que sepa expresar por escrito lo que sabe empieza a escasear en todas partes. Ahora en los colegios ingleses no enseñan a Kipling para no ofender sensibilidades.
¿Un nuevo índice de los libros prohibidos?También ingleses y franceses prohibieron libros. Desde que las iglesias han dejado de elaborar la moral social, han aparecido una serie de administradores de la moral que son los que vienen a decirnos qué tenemos que creer y pensar.

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EMILIA LANDALUCE 17/12/2016 03:03
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"Una especie de libro de autoayuda para españoles con la autoestima dolida", dice la autora

02.03.2017  ANA ROMERO (TVE)

Imperiofobia y leyenda negra, el ensayo de María Elvira Roca Barea que analiza los tópicos difundidos desde el siglo XVI según los cuales España sería un país bárbaro y atrasado, va ya por su sexta edición.

La autora sostiene que "se ha convertido en una especie de libro de autoayuda para españoles con la autoestima dolida que son todos en realidad. Porque son siglos de propaganda acumulada que se han terminado transformando en una versión del Imperio español y de España que todos hemos aceptado."

Profesora de instituto en Málaga Roca ha trabajado para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y ha enseñado en la Universidad de Harvard. Los dos últimos años los ha dedicado a escribir este libro fruto de toda una vida de estudio. Roca sostiene que lejos de ser un fenómeno superado la leyenda negra está muy presente. "En la crisis de la prima de riesgo la prensa inglesa y la alemana han manejado esos tópicos porque existe un estado de opinión pública en Europa según el cual España es un país inseguro, atrasado, gente con propensión a la barbarie etc. Uno alienta eso un poco. Lo remueves-explica- y te encuentras con un caldo de cultivo que te permite subir la prima de riesgo de una manera extraordinaria".

El imperio español ocupó 20 millones de kilómetros cuadrados y se mantuvo durante tres siglos, por extensión sería el cuarto más importante detrás del británico, el mongol y el ruso. La autora sostiene que sólo los imperios útiles se mantienen. "Los imperios si no consiguen dar más de lo que que quitan no se consolidan, se transforman en una aventura que dura una generación como el de Napoleón o el de Alejandro Magno. Para que un imperio se consolide tiene que convertirse en una herramienta, en un mecanismo de integración de gentes distintas. Todos los imperios son multinacionales y consiguen aglutinar a esa gente e incorporarlos a un sistema de vida común que en general mejora su vida. En el periodo central de todos los imperios hay crecimiento demográfico, mejoras en las ciudades, en las comunicaciones etc".

¿Entonces por qué reciben tantas críticas los imperios? Según defiende la autora de Imperiofobia y leyenda negra, su expansión choca siempre con oligarquías previamente instaladas que responden atacando. En el caso del español el movimiento empezó en Italia dónde se establecen las bases de la hispanofobia. Se habla de la inferioridad de la raza por haberse mezclado con los judíos, los españoles serían por tanto marranos, impuros. Después se señala su incultura, su barbarie, se hace hincapié en que se mueven sólo por el deseo de riqueza y en que sus costumbres son licenciosas. Un modelo similar seguirán los nacionalismos germánicos y los historiadores ingleses.

"Durante el periodo Victoriano -comenta la autora- se reescribe toda la historia de Europa a mayor gloria del imperio británico y desde luego en ella tenían que estar los españoles con todas sus maldades".
Lienzo de Tlaxcala.


Un dibujo anterior a 1560 y representa hechos ocurridos en 1522 cuando Cristobal de Olid y los tlaxcaltecas derrotaron en la zona de Guadalajara (Jalisco) a los aztecas y sus aliados.

La leyenda negra de España tiene dos momentos álgidos. La inquisición y la conquista de América. "La Inquisición por supuesto era una realidad -explica Roca- pero se trataba de una institución pequeña, que tenía pocos recursos y no era capaz de provocar los miles de muertos que se le han achacado.

Su gestión de la intolerancia fue mucho más benigna que la de los territorios británicos o los principados luteranos. La Inquisición tiene la gran ventaja de haber sido una institución extraordinariamente burocratizada. Hay quintales de documentos, por ejemplo entre 1560 y 1700 fueron condenadas a muerte 1.346 personas.

Hay que entender que la Inquisición no solo juzgaba la herejía religiosa o la disidencia religiosa sino que entendía de delitos que hoy también lo son, como la pederastia, el tráfico de personas, la falsificación de monedas... De esos 1300 muertos si viéramos las condenas la mayor parte serían por delitos que hoy también se consideran como tal y sin embargo lo interesante es como siendo pequeña se la ha transformado en esa inmensidad".

Como ejemplo de error histórico la historiadora señala el caso de Galileo. Cuando en 2009 para celebrar el cuarto centenario de la invención del telescopio se preguntó a los estudiantes universitarios por Galileo el 90% pensaba que fue torturado y muerto por la Inquisición. En realidad la condena de Galileo, obra de la Inquisición Romana, fue de prisión perpetua, sustituida después por arresto domiciliario.

En el caso de la conquista de América, María Elvira Roca niega que existiera un genocidio. "La conquista -sostiene- se basó en pactos con los indígenas. Los españoles siempre fueron muy pocos. La capacidad de trasportar población desde la Península Ibérica hasta América era muy limitada.

El Archivo de Indias habla de 250.000 españoles desplazados como máximo hasta 1700, entonces América estaba ya llena de ciudades muy pobladas. ¿De dónde sale esa población? Es población indígena. Los españoles, claro que guerrearon, pero guerreaban y pactaban e incorporaban esas poblaciones, sino hubieran imperado sobre los desiertos porque no había españoles suficientes para poblar América".

En la portada del libro María Elvira Roca ha colocado un grabado que recoge el pacto entre Hernán Cortés y los Tlaxcaltecas. "En América -añade- había pueblos con intereses muy distintos, y los españoles supieron aprovechar esas diferencias para pactar con unos, incorporar a otros y vencer a los que eran de espíritu más belicoso. Normalmente -continúa- después del primer encontronazo el indio aceptaba aquella situación porque en general su vida mejoraba. Los españoles venían acompañados por un cuerpo jesuita que en general eran muy buenos agricultores, daban a conocer cultivos que mejoraban la irrigación y la vida del pueblo mejoraba".

Grabado holandés anónimo del siglo XVI que representa a los españoles como cerdos.

En Imperiofobia y leyenda negra la autora analiza también el imperio romano, el ruso, y el norteamericano. Este último ha heredado la mala fama del imperio español. "Se les califica de bárbaros, incultos y horteras. Los españoles también lo eran para los humanistas italianos que nos consideraban un país medieval. Los germánicos nos acusaban de tener la sangre estropeada por la mezcla con los judíos algo que también se achaca a los norteamericanos, pasto del antisemitismo"

María Elvira Roca mantiene que luchar contra la leyenda negra es para España casi una batalla perdida pero no se resiste a asumir la derrota de antemano. "La derrota decía Cervantes es patrimonio de las almas nobles, por lo menos hay que ir a la pelea aunque le derroten a uno".

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Profesora de Lengua y Literatura 

"La leyenda negra española no es un fenómeno excepcional"

La investigadora malagueña María Elvira Roca, antigua profesora en la Universidad de Harvard
08.12.2016 



¿Qué papel ha jugado la literatura en la consolidación de la leyenda negra?


No ha sido pequeño en la leyenda negra. Desde el teatro isabelino hasta ahora mismo.
¿Quién es el asesino en El nombre de la rosa? Un monje dominico español. Es un personaje de la literatura universal: el fanático monje español, normalmente asesino y a partir de la Ilustración, libidinoso.
Lo hallamos en Schiller y en el padre Bocanegra de Pérez Reverte. Todos repitiendo lo mismo como un mantra. Este capítulo me ha divertido mucho escribirlo, la verdad. No, ni la literatura ni la historia de Europa pueden prescindir de la leyenda negra. La historia de Europa está construida sobre los pilares de la leyenda negra, ¿cómo quiere Vd. que desaparezca? Habría que escribir otra historia de Europa. Lo que hemos estudiado en los libros es la historia de Europa que se escribe en el siglo XIX y convierte, por ejemplo, el fracaso de la Invencible en un hecho trascendental, cuando la realidad es que no significó nada ni siquiera en aquella guerra concreta.
¿Qué papel jugó la prensa española en la imperiofobia a Estados Unidos a raíz de la Guerra del 98?, ¿fue España el primer país en difundir el sentimiento antiyanki?

El antiamericanismo en Europa y en España es mucho más viejo. Su primera manifestación sólida se produce en la Ilustración, con la teoría de la degeneración que la Ilustración francesa esparció por todo el continente. Según ella, América es un continente donde las especies animales e incluso humanas han degenerado y más que van a degenerar. Los franceses han perdido todos sus territorios de ultramar en 1763 (Tratado de París) en guerra contra los ingleses. 
Los ilustrados españoles, con Carlos III a la cabeza, asumieron estas ideas como una verdad científica
¿Qué le parece el punto de vista de algunos historiadores catalanes sobre la Guerra de Sucesión que ven como un conflicto entre España y Cataluña? ¿Se está gestando una nueva leyenda negra por parte del nacionalismo catalán?

La leyenda negra fue y sigue siendo un puntal en el montaje ideológico de los nacionalismos, desde el siglo XIX hasta ahora. Esto no es nuevo. Para Sabino Arana, Blas Infante y Prat de la Riba había que ir contra España, porque España era el atraso, la barbarie, la intolerancia y, asumidas las ideas del racismo científico europeo, una raza degenerada además. El nacionalismo es una ideología dual (bueno-malo, blanco-negro, conmigo o contra mí) que crece y prospera creando enemigos, que no tiene, y solo creando enemigos. Es decir, que depende de la confrontación para crecer y prosperar.

El estudio desmitifica la mala imagen del imperio español y los casos de Roma, Rusia y Estados Unidos
­­María Elvira Roca, malagueña de El Borge, se adentra en la leyenda negra del imperio español al tiempo que aborda otros casos para restar excepcionalidad a este fenómeno. Profesora de Lengua y Literatura en el IES Huerta Alta de Alhaurín de la Torre, ha trabajado para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, así como para la Universidad de Harvard varios años. Sus antiguas profesoras, Rosa Francia y Martina Martínez, presentan esta tarde a las 19 horas en el Ateneo de Málaga su obra Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el imperio español, editada por Siruela.

¿La leyenda negra española es cronológicamente la primera operación de publicidad negativa de un imperio o hubo algo parecido con anterioridad? Estoy pensando en la pésima visión que los griegos dieron al mundo del imperio persa.

 
En absoluto es la primera. Lo que sucede es que nuestro conocimiento depende de las fuentes escritas que conservemos. Pero sabemos lo suficiente como para poder afirmar que la intelectualidad griega fabricó una parte destacada de la leyenda negra de los romanos y desde luego de los persas, pero en este segundo caso disponemos de muy poco material. Para demostrar que la leyenda negra no es un fenómeno histórico excepcional he comenzado en mi libro a estudiar el fenómeno en Roma.

¿Quién acuñó el término?
La expresión «leyenda negra» comenzó a utilizarse en torno a 1898 para aplicarse a las deformaciones de la propaganda antiespañola. Es probablemente Emilia Pardo Bazán quien la pone de moda en la prensa, pero es desde luego Julián Juderías quien convierte el sintagma en una realidad histórica concreta y referida a España y quien comienza a estudiarla de manera organizada y sistemática. Sin su obra publicada en 1914 no estaríamos hablando de esto ahora o estaríamos usando otros términos. Se le debe mucho a Juderías, mucho. Demostró un coraje extraordinario y una capacidad poco común para penetrar en los prejuicios y las mentiras de la propaganda que los intelectuales españoles, incluidos los historiadores, habían asumido como verdades incuestionables.

¿Se puede fijar su nacimiento por algún acontecimiento concreto o más bien hablamos de un cúmulo de hechos?
La leyenda negra española no es un fenómeno excepcional. Uno de los propósitos principales de mi trabajo ha sido demostrar que esa idea del excepcionalismo español, en ninguna de sus facetas, es cierta. Nuestra leyenda negra no es más que un caso particular de imperiofobia y esta es un fenómeno universal que se genera siempre que se dan una serie de condiciones: un imperio en expansión y poderes locales que se resisten a ser absorbidos o arrinconados por esos imperios.

Si esos poderes locales disponen de una clase intelectual lo suficientemente sólida, comenzará inmediatamente a manifestarse este prejuicio, que tiene siempre un componente racista. La hispanofobia comienza a ser visible en Italia, porque la expansión de los españoles comienza ahí. Y son los humanistas italianos los responsables. 


Durante varios siglos, el humanismo italiano esparcirá insistentemente la idea de que los españoles son marranos, término que acabará siendo sinónimo de español en la Italia del siglo XVI, por haberse mezclados con los judíos y con los moros. Por lo tanto además son malos cristianos, esto es, moralmente inferiores. Y fíjese si estas visiones arquetípicas están ancladas en el subsuelo de la mentalidad europea, que mucho siglos después vinieron los románticos a España buscando una Edad Media milagrosamente conservada. Luego el protestantismo ampliará esta visión deformada de los españoles igualándolos con el Anticristo y a toda forma de depravación moral. Más tarde la Ilustración remozará los tópicos de la hispanofobia añadiendo la ignorancia y el retraso cultural. Y finalmente el liberalismo vendrá a darle a todo esto el lustre de la modernidad.

Uno de los aspectos más famosos de la leyenda negra fue el encarcelamiento, por orden de Felipe II, de su hijo Carlos, que terminó muriendo en prisión. ¿Qué hay de cierto en esa imagen de Felipe II como un padre cruel que ordenó la muerte de su heredero?
Ese es uno de los tópicos favoritos de la leyenda negra. Es creación de Guillermo de Orange y hace ya mucho tiempo que nadie se lo toma en serio. Tiene que ver con el problema de legitimidad que acosó siempre a los rebeldes holandeses. Hay que tener en cuenta que Felipe II era el rey legítimo de esos territorios que heredó de su padre, el flamenco Carlos V. Rebelarse contra el rey, contra el señor natural, no era cosa fácil de justificar en aquel tiempo. Para hacerlo Orange tuvo que denigrar la figura del monarca más allá de lo verisímil, porque solo convirtiendo al rey en un tirano sanguinario, casi loco, podía Orange justificar su rebelión. Lo acusó entonces de un crimen que en todo tiempo y lugar nos parece monstruoso: matar a un hijo. Y para redondear la obra también lo acusó de incesto.

Con respecto a la acción de los españoles en las Indias, algunos historiadores dan por bueno el testimonio de Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación mientras que otros consideran que el dominico exageró. ¿Qué opina?
Hace ya tiempo que nadie medianamente informado se toma en serio las afirmaciones de fray Bartolomé. Si los datos de fray Bartolomé son ciertos, cada español, incluidos mujeres y niños, que puso el pie en América desde 1492 tuvo que matar catorce indios diariamente hasta las independencias en el siglo XIX. Fue Philip Wayne Powell el que hizo el cálculo en su estupendo libro El árbol del odio. Esto es inverosímil, claro está. Lo que hay que preguntarse es por qué se hizo famoso fray Bartolomé y por qué lo conocemos. Su obra clave y mil veces citada, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias llevaba décadas editada sin que nadie le hiciera mucho caso. Y, de pronto, se convierte en un best-seller y se traduce a varios idiomas. ¿Por qué? Porque sirvió de argumento principal a una de las campañas de propaganda orangista destinada a animar el alicaído secesionismo neerlandés. Era como decir «así tratan los españoles a los habitantes de su imperio; si hasta ellos mismos lo dicen; ¿pero no veis lo que os va a pasar?». Le costó a Orange mucho promover una nueva rebelión y solo pudo hacerlo con ayuda de Francia e Inglaterra.


¿Hubo grandes excesos a lo largo de toda la conquista española de América o solo en los inicios, como defienden algunos?
La conquista de América se hizo con los pueblos indígenas y hubo luchas pero hubo pactos, muchos pactos y duraron siglos. De eso nació el Derecho de Indias, una rama peculiar del derecho español.


¿Qué le parece la opinión de algunos políticos españoles que cada Día de la Hispanidad denuncian que hubo genocidio contra los pueblos indígenas durante la conquista?
Los europeos, incluidos nuestros políticos del buen rollito, dicen «indígenas» y se quedan tan panchos. Hacen gala de un desconocimiento edénico sobre lo que nombran, pero se sienten con derecho a opinar, como todo europeo cree que lo tiene. Así que dicen «indígenas» y se creen que todos son uno, que todos los indios son el mismo indio, que solo nosotros tenemos individualidades y diferencias. De esta convicción profunda y nunca expresada vino a nacer el disparate del buen salvaje de Rousseau. 


Mire: había muchos indios, muchas clases de indios, con muchas lenguas y profundas diferencias culturales entre sí y los españoles del siglo XVI, que tenían la cabeza mucho más despejada de prejuicios que los de ahora, supieron verlas y supieron relacionarse exitosamente con esa realidad complejísima. Los españoles lucharon contra algunos indios, pero se aliaron con muchos más y supieron hacer de esta mezcla un imperio formidable que ofreció casi tres siglos de paz, prosperidad y mestizaje productivo a una parte grande de la humanidad.

Con respecto a la Inquisición, ¿la leyenda negra exageró el número de muertes? ¿Fue una institución atípica en Europa durante su larga existencia?
No solo exageró, sino que exageró hasta lo increíble, pero eso está ya muy investigado. Otra cosa es que esas conclusiones realistas hayan llegado, no ya al común de la gente, sino incluso al mundo académico. Acabo de leer dos libros, uno de 2011 y otro de 2014, escritos por dos profesores universitarios, en los que vuelve a decirse que la Inquisición fue responsable de decenas de miles de muertos. En la década de los 70, Jaime Contreras y Gustav Henningsen hicieron lo que había que hacer, esto es, estudiar documentos y datos y no repetir las afirmaciones de la propaganda. En su investigación sobre las 44.676 causas abiertas por la Inquisición entre 1540 y 1700 demostraron que había habido 1.346 condenas a muerte. 


Claro, para hacer esto había que dejarse las pestañas en los archivos. Aquí hay que tener en cuenta además que la Inquisición entendía de delitos que lo son todavía hoy: la falsificación de moneda, documentos, las ediciones ilegales, el proxenetismo, la violencia sexual, etcétera. En un periodo de 20 años Calvino quemó a más de 500 personas en Ginebra por herejía. En una ciudad que tenía unos 10.000 habitantes. 

Haga números y verá la diferencia desproporcionada que hay entre la persecución por disidencia religiosa en las zonas católicas y las protestantes. Pero insisto: las condenas a muerte de la Inquisición que acabo de mentar no fueron solo por disidencia religiosa. Uno de los propósitos de mi trabajo ha sido mostrar lo que la historia oficial de Europa no quiere enseñar. Como las leyes de discriminación religiosa que estuvieron vigentes en países como Holanda o Inglaterra hasta mediados del siglo XIX o los pogromos contra los católicos en la Alemania de Bismarck, la Kulturkampf.

En los Países Bajos mentar al Duque de Alba es casi como nombrar al diablo. ¿Tan cruel fue el enviado de Felipe II?
Pues no más que otros. O más bien menos que otros. Lo interesante del conflicto en los Países Bajos no es que Alba fuese transformado en un monstruo. Esto Orange sabía cómo hacerlo y lo hizo con éxito varias veces, con Felipe II, con su segunda esposa Ana de Sajonia€Lo fascinante es cómo el nacionalismo orangista ha conseguido hacer invisible la verdad de aquel conflicto y transformar lo que fue una guerra civil de neerlandeses contra neerlandeses en una guerra de liberación nacional entre opresores españoles y oprimidos holandeses. Esta parte ha sido la más interesante: investigar y comprobar que hubo más holandeses luchando con Alba que contra él y que la mayor parte de las tropas orangistas estaban compuestas por mercenarios extranjeros pagados por Inglaterra, Francia y los príncipes luteranos alemanes.


En su libro estudia la imperiofobia en Roma, Estados Unidos y Rusia. ¿Qué aporta este punto de vista a la leyenda negra española, su falta de excepcionalidad? ¿Encuentra muchas diferencias en el grado de aversión a estos imperios?
El punto de vista de la excepcionalidad encubre en realidad un alivio muy socorrido. Y no solo no es cierto, sino que es dañino. Como todo lo que nos pasa es raro y diferente, ¿para qué vamos a esforzarnos en enderezar las cosas? Demasiado bien estamos con la historia que hemos tenido€ luego a echarle la culpa a otro y a no hacer nada. Y suma y sigue. A eso he dedicado la parte última de mi trabajo. A combatir la idea de que podemos desentendernos de la historia impunemente. Podemos desentendernos, pero impunemente no.



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 ¿Qué se reprocha a España? ¿Cuáles son los pecados que ha venido arrastrando durante siglos y de los que nunca ha sido absuelta, pecados que los propios españoles no se perdonan? ¿La actuación de la Inquisición? ¿La conquista y colonización de América? ¿El mítico “carácter nacional” (Caro Baroja), codicioso, orgulloso, fanático, perezoso e ignorante, marcado por esa brutalidad tan enraizada cuyo símbolo es la fiesta de los toros, que tanto horroriza a la sensibilidad occidental? ¿Su raza mestiza, mezcla de moros y judíos, tan demonizada?

Las últimas investigaciones han desmitificado la imagen de Felipe II, acusado injustamente de asesinar a su propio hijo; han revisado a la baja la represión del duque de Alba en los Países Bajos (que el príncipe de Orange magnificó para justificar su sublevación contra el imperio español), han reducido el número de víctimas de la Inquisición (institucionalizada, organizada y burocratizada, cierto, pero menos mortífera que otras). Y han explicado en parte el desplome demográfico de la población indígena americana por las enfermedades y el traumatismo de la conquista. En un estudio actual sobre la despoblación de Nuevo México, investigadores de Harvard sostienen que tuvo lugar un siglo después de la llegada de los españoles y que fue esencialmente fruto de epidemias.

Nunca hubo voluntad de exterminar a los indios porque eran la mano de obra de los encomenderos

Los datos aportados por testigos y cronistas dan fe de los hechos inhumanos de los primeros 50 años de la conquista. Eso no se puede negar. Pero nunca hubo voluntad de exterminar a los indios porque eran la mano de obra de los encomenderos y porque la Corona les protegió con su legislación, aunque esta no siempre se cumplió. Y, si bien los conquistadores fueron violentos y crueles, no lo fueron más que los alemanes en Venezuela (bajo el gobierno de la casa Welser), los británicos en Estados Unidos (extinción de la mayoría de los pieles rojas), los holandeses o los franceses cuando tuvieron oportunidad de serlo. No podemos juzgarlos desde nuestros valores actuales, sino desde la perspectiva de unos cristianos imbuidos de fuertes convicciones religiosas y de un sentimiento de superioridad, que contemplaban horrorizados cómo unos “bárbaros” hacían sacrificios humanos y practicaban la antropofagia.

La pregunta se impone: ¿por qué ha sufrido España un trato diferente al de otros países europeos cuya historia ofrece episodios de crueldad e iniquidad similares? ¿Por qué se han subrayado y, a veces exagerado y falseado, los aspectos negativos de su historia, obviando deliberadamente los positivos? ¿Por qué ese ensañamiento?

La leyenda negra fue fruto de la hegemonía española durante el periodo 1450-1650 y de los rencores que despertó en Europa su expansión territorial, su poderío militar y su dominio cultural (sobre todo en los países protestantes como Inglaterra y Holanda). Es verdad que otros países padecieron también campañas de desprestigio, pero la propaganda antiespañola presenta dos rasgos distintivos. No fue efímera y ha estado teñida de vituperios contra el carácter y la raza españoles.

Si se puede hablar de leyenda negra es porque las críticas no se limitaron a denunciar la política colonial, religiosa, sociopolítica o económica de España (una política que cabría corregir en el futuro), sino que criminalizaron rasgos étnicos y geográficos, inalterables por definición, que fijaban para siempre a los españoles en una condición de inferioridad. Un ejemplo. Un folleto inglés de 1598 describía a los españoles como una mezcla de “una taimada zorra, un voraz lobo y un rabioso tigre”, además de “un inmundo y sucio puerco, una lechuza ladrona y un soberbio pavo real”. Y aludía a “la perversa raza de esos medio visigodos (...) semimoros, semijudíos y semisarracenos”.

El dicho de que África empieza en los Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea

En el siglo XVIII la Europa ilustrada marginó a una España semiafricana de hábitos y gustos de “origen no europeo” (Montesquieu, Kant) que quedaba fuera de la franja de los 40 a 50 grados de latitud en que habitaban los países civilizados (Buffon). Los enciclopedistas como Diderot seguían viendo a España como la patria de los conquistadores, no como el país que llevaba a cabo una política ilustrada (con Carlos III), que más dinero invertía en las expediciones científicas a América (según Humboldt) y que había fundado 20 universidades. En el XIX, el dicho atribuido a Alejandro Dumas de que África empieza en los Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea, pues al diplomático Juan Valera solían preguntarle si en España se cazaban leones.

Julián Marías se preguntaba qué tiene de peculiar la historia de España para haber engendrado el monstruo de la leyenda negra. Que algunos intelectuales españoles (Las Casas) la fomentaron ha sido subrayado. Que la propaganda antiespañola disimulaba las ansias coloniales de los rivales de España es notorio. Basta recordar las palabras atribuidas a George Canning (ministro británico de Exteriores que apoyó los movimientos independentistas de la América hispana, con el envío de mercenarios ingleses y el contrabando de armas): “¡Sudamérica libre y, en lo posible, inglesa!”. Pero tal vez se olvide que España fue el país colonizador que paralizó por primera y única vez una conquista, para determinar cuál era el trato justo que se debía otorgar a los pueblos conquistados (Controversia de Valladolid).

María José Villaverde es catedrática de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y codirectora del libro colectivo La sombra de la leyenda negra (Tecnos).

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Mural de Diego Rivera, expresión de la leyenda negra en América

Partir de una perspectiva original, establecer conexiones inéditas y opinar libremente con intención de polemizar sobre un asunto, son las características que distinguen al ensayo. Es lo que ha hecho la profesora Elvira Roca (El Borge, 1966), un ensayo que, si no ha generado aún un debate intenso, es porque lleva pocos meses en la calle. Esperemos que se discutan sus ideas, porque son provocadoras, apasionadas y tocan cuestiones de actualidad. Roca aborda la Leyenda Negra y la vincula a un concepto más amplio, la imperiofobia, enfermedad de la opinión producida por el agente patógeno de la propaganda, que han padecido todos los imperios y cuya versión más actual sería el antiamericanismo.

En el caso español, este mal afectó a su imperio cuando existió -desde finales del siglo XV a 1898- y se ha cronificado en forma de hispanofobia. La Leyenda Negra, forma específica de antiespañolismo, nació hace siglos y pervive hoy dentro y fuera de nuestras fronteras. ¿Por qué?

Eso es lo que trata de esclarecer el volumen. Primero rastrea el origen de la Leyenda Negra dentro de una actitud amplia de rechazo y denigración de los imperios, empezando por Roma hasta el norteamericano. Luego identifica los contenidos básicos de esta construcción propagandística contra toda potencia hegemónica -barbarie, codicia, fanatismo religioso, violencia- y explica cómo se han atribuido tales culpas a los españoles -genocidio americano, Inquisición, militarismo, racismo, incultura-. Y por fin denuncia la vigencia de la Leyenda Negra con unos rasgos muy nítidos desde la Ilustración hasta nuestros días, un prejuicio cuya particularidad más singular, y que a la vez le dota de eficacia, es que no solo pervive entre quienes la crearon -extranjeros-, sino que se pasea con buena salud entre los propios españoles, que nos la creemos.

Eso es lo más penoso y peligroso, según Roca, que hayamos asumido los tópicos que se reprochan a la historia de España. Según su argumentación, fueron los humanistas italianos, alemanes y flamencos quienes forjaron la propaganda antiespañola en reacción contra la potencia dominadora en ascenso. Luego los protestantes de todo lugar unieron España y catolicismo porque necesitaban demonizar a sus enemigos. Después actuaron las potencias rivales, Inglaterra, Holanda y Francia, celosas de un imperio transcontinental envidiado. Y para remate ayudaron a la Leyenda los Estados Unidos cuando se lanzaron a sustituir a España en América.

Historiar prejuicios es delicado porque supone estudiar medias verdades, las mentiras más persuasivas. Para ello Roca lidia sin miedo con literatura de diversa naturaleza, manipulaciones más o menos hábiles y colaboradores ingenuos o malintencionados, pues de todo hubo. Hay que reconocer que frente a los notables éxitos de la propaganda extranjera y protestante, las respuestas españolas y católicas tuvieron mínima repercusión.

Lo más lamentable, según la autora, es el proceso de interiorización de la Leyenda Negra, que arranca de la abrumada reacción ante el llamado desastre de 1898. Sin embargo, la pérdida de Cuba y Puerto Rico no fue más que el certificado de defunción de un imperio ya fenecido. Las elites intelectuales y políticas de enton- ces, en lugar de buscar en ellos mismos y en la historia reciente las causas de la liquidación, optaron por lo más fácil, que fue achacar el colapso del imperio a quienes lo habían puesto en pie en el siglo XVI y XVII, y de ahí que asumiesen los puntos principales de la Leyenda Negra. Por pereza intelectual y por intereses ideo- lógicos la propaganda vence a la historia.

Un caso evidente es la Inquisición, que si bien ha sido objeto de una notable revisión gracias al esfuerzo de los historiadores en las últimas décadas, sin embargo poco de ello ha calado en la opinión pública, sea más o menos formada. 


Se sigue pensando sobre el Santo Oficio en los términos de antaño, esa visión negra y criminal erigida por los protestantes por motivos obvios, posteriormente proyectada por los ilustrados europeos y hecha suya por españoles como Goya o Llorente. Pues bien, está viva hoy incluso entre universitarios españoles -doy fe de ello por mi experiencia docente. La lucha entre la búsqueda crítica de la verdad y las impresiones prejuiciosas, heredadas y compartidas por la mayoría, no tiene fin y es una tarea tan hercúlea como incierta.

Ahí se sitúa el ensayo de Roca, en la denuncia del catálogo de mentiras y medias verdades que han alimentado la Leyenda Negra y que la mantienen fresca, transformada en verdad por efecto de la repetición y la falta de reacción de quienes tienen la responsabilidad de combatirla.

No hace falta estar de acuerdo con todo lo que dice la autora. De hecho hay planteamientos suyos francamente discutibles, como por ejemplo que el afán de denunciar la reiteración de determinados tópicos por la historiografía le lleve a impugnar la totalidad del trabajo de algunos historiadores españoles muy meritorios; o que induzca a confusión porque mezcla fenómenos como el victimismo nacionalista con la oposición a lo imperial y con la confrontación ideológica o religiosa, fenómenos cercanos pero de diferente configuración y sentido; o que tienda a simplificar las categorías y las comparaciones y con ello desenfoque las particularidades de cada caso.

Aunque no creo que Elvira Roca haya pretendido que el lector esté de acuerdo con todo lo que dice. De hecho, deja clara su postura personal desde el principio y el tono desinhibido, irónico a veces y apasionado siempre de su escritura revela que su objetivo es la agitación del panorama somnoliento dominante, denunciar sin tapujos algunos de los lugares comunes donde habita una parte amplia del mundo académico español.  


Es honesta intelectualmente y por eso quiere polemizar contra convencionalismos facilones.

ADOLFO CARRASCO | 03/02/2017
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¿Quién creó el bulo de que la Iglesia creía que la tierra era plana? 

Un historiador ¡y un novelista!

¿Quién creó el bulo de que la Iglesia creía que la tierra era plana? Un historiador ¡y un novelista!
Cristóbal Colón, con su esfera del mundo en la mano, 
en la serie de RTVE sobre los Reyes Católicos
Quien acuda a las fuentes antiguas y medievales comprobará con cierta facilidad que los antiguos y los medievales creían que la Tierra era esférica. Lo había dicho Aristóteles y su autoridad fue intocable hasta la época de Copérnico.

Esférica pero, ¿visitable?
Entre los sabios había cierta discusión sobre si esa tierra esférica estaba poblada en su mitad inferior, e incluso si estuviera poblada, se dudaba si esas regiones podían ser accesibles… ya que el norte era inhabitablemente frío, cabía pensar que el sur también fuese inhabitablemente cálido, que los hombres muriesen al viajar al ecuador igual que morían de frío en el norte.

Hay que recordar que 15 expediciones del príncipe portugués Enrique el Navegante fracasaron en su intento de cruzar el Cabo Bojador en el Sáhara Occidental, hasta que Gil Eanes lo consiguió en 1434, iniciando la era de los grandes descubrimientos. Los portugueses comprobaron que era posible cruzar los trópicos y rodear África.

La idea de un mundo plano era una idea de gente inculta. Entre los marineros del norte se había heredado de la cosmovisión vikinga, de las viejas mitologías escandinavas. Pero entre las clases cultas de toda Europa, prevalecía la imagen de la esfera.

Dos excepciones: Cosmas y Lactancio
Durante toda la Edad Media hubo sólo 2 personalidades cultas que defendiesen una tierra plana. Uno fue Cosmas Indicopleustes, en el siglo VI, navegante griego que luego se hizo monje y topógrafo.

El otro fue Lactancio, uno de los antiguos Padres de la Iglesia, escritor latino del s.II-III. Tanto en la Antigüedad como en la Edad Media su influencia fue poca en temas cosmológicos.

El caso es que en la época en la que Colón creció las personas cultas tenían claro que la tierra era esférica y los trópicos navegables. No estaban claras, en cambio, sus dimensiones ni la posibilidad de navegar hacia Asia por un Atlántico poco conocido.

El bulo para niños: del s.XIX al XXI
Sin embargo, en multitud de dibujos animados, libros para niños o historias ilustradas de la ciencia, durante todo el siglo XX y aún en el XXI se presenta a Cristóbal Colón como un firme e ilustrado científico que se encuentra con la hostilidad de fanáticos religiosos y clérigos medievales que no le dejan navegar repitiendo que la Tierra es plana. 



Este es el mito que el historiador medievalista Jeffrey Burton Russell desmanteló en su libro apasionante “El Mito de la Tierra Plana”, que se ha traducido al español recientemente en la editorial Stella Maris.

¿Quién creó el bulo de que la Iglesia creía en una tierra plana? Es un bulo con algunas semillas involuntarias… y con unos culpables voluntarios a principios del s.XIX.

Primeras semillas del bulo
Entre las semillas involuntarias está, sin pretenderlo, el canónigo Copérnico en su obra clásica “De revolutionibus” de 1543, que establecía el movimiento de los planetas alrededor del sol. En ella da por cosa sabida y asumida por todas las personas cultas que la tierra es esférica.

“No es desconocido que Lactancio, por lo demás un ilustre escritor pero difícilmente un astrónomo, habla de modo infantil sobre la forma de la tierra cuando reprende a quienes declararon que tiene la forma de un globo”, escribe Copérnico.

En 1616, cuando el libro de Copérnico llevaba ya 3 ediciones y 70 años de circulación sin especial dificultad, algún censor vaticano –que daba por cosa establecida y común la tierra esférica- decidió que este párrafo no era muy respetuoso con un Padre de la Iglesia (aunque nunca declarado santo) y se omitió ese párrafo en subsiguientes ediciones.

Esto alentó a algunos autores posteriores de ámbitos protestantes o de la Ilustración más anticlerical a crear un conflicto entre Copérnico (la ciencia, la tierra esférica) y la Iglesia Católica (Lactancio, el fanatismo, la “tierra plana”).

Un ejemplo cercano lo tenemos en el “Leviatán” de Hobbes, donde en 1651 el filósofo inglés (y descreído en lo religioso) asegura –sin poder concretar ningún caso- que “todos los hombres doctos reconocen ahora que existen las antípodas”, pero que en épocas anteriores y oscuras hubo quienes “por suponer tal doctrina fueron penados por la autoridad eclesiástica.[…] Nosotros podemos con justicia señalar a los autores de esta oscuridad espiritual: el Papa y el clero romano”.

Anticlericales y anticatólicos de todas las tendencias han leído desde entonces a Hobbes y han asumido que así debió suceder… pero lo cierto es que no se conoce ningún caso de nadie “penado” por ningún Papa ni clérigo católico por defender la existencia de las antípodas: al contrario, lo común era creer en las antípodas, porque así lo decía Aristóteles.

Sin embargo, durante siglos las dos grandes corrientes anti-católicas no usaron esta acusación contra la Iglesia Católica. Los promotores de la rebelión protestante no dudaban de la Tierra esférica ni encontraban nada en la Biblia contra ella: Aristóteles tenía razón y la navegación moderna lo demostraba. Y cuando llegó la corriente ilustrada en el s.XVIII, atacó a lo escolástico y lo aristotélico-tomista, con una excepción: Aristóteles promulgó una tierra esférica, tenía razón en eso, y era mejor no hablar de un tema donde lo aristotélico había acertado.

Excepto por el caso de Hobbes, casi nadie acusaba al catolicismo de ser un incluto promotor de la tierra plana… hasta el s.XIX.

En el siglo XIX hubo dos personalidades que establecieron con su influencia el bulo, aún vigente, de que el catolicismo y los medievales eran ignorantes fanáticos que creían en tierras planas y acosaban a quien lo cuestionase.

Un padre del bulo: el novelista Washington Irving
Uno fue el fantasioso novelista romántico norteamericano Washington Irving, con su novela “Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón”, de 1828. 



Washinton Irving no hacía historia, sino fantasía romántica... que es lo que sigue circulando

El medievalista Jeffrey Burton Russell, en “El Mito de la Tierra Plana”, siendo estadounidense, declara sin dificultad “el sesgo anticatólico y antiespañol” de Irving y su país y época. Así, Irving escribió, y una multitud después estudió y copió en el mundo anglosajón, párrafos como este:

“El progreso del conocimiento, aunque se expandía rápidamente, estaba aún obstaculizado por el fanatismo monástico. A Colón le abrumaron con citas de la Biblia y del Nuevo Testamento: el Libro del Génesis, los Salmos de David, las oraciones de los Profetas, las epístolas de los apóstoles y los evangelios. A todo ello se añadieron las reflexiones de varios santos y los comentarios de sacerdotes: San Crisóstomo y San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio, San Basilio y San Ambrosio y Lactancio. No se permitió conceder valor alguno a cuantas demostraciones matemáticas parecieran chocar con el texto de las Escrituras, o a algún comentario de los padres. Colón, que era un hombre devotamente religioso, se encontró en peligro de ser condenado, debido no a un mero error en sus cálculos sino por heterodoxia”.

Casi nadie se molestó en comprobar –Irving desde luego no lo hizo, como detalla Rusell en su libro- que ni Crisóstomo, ni Agustín, ni Jerónimo, ni Gregorio, ni Basilio ni Ambrosio tenían nada escrito contra la tierra esférica.

Lo cierto es que nadie en Salamanca o en España “abrumó” con citas de la Biblia a Colón. Y Lactancio, el único autor que defendió una tierra plana, era un autor menor al respecto que nunca entró en debate.

El otro padre del bulo: el francés Letronne
Russell sospecha que el novelista Irving alimentó su imaginación y prejuicios anti-españoles en sus viajes europeos y su contacto con la Academia francesa. Allí, en Francia, irradió su influencia el otro gran creador del mito de “los católicos y su tierra plana”, una influencia no popular, sino erudita: la del historiador Antoine-Jean Letronne (1787-1848).



Ya el maestro de Letronne, Edmé Mentelle, había escrito en su libro de cosmografía de 1781 que los Padres de la Iglesia y los medievales habían afirmado que la Tierra era plana.

Letronne, que mantuvo cordiales relaciones con todos los gobernantes sucesivos de Francia (Napoleón, Luis XVIII, Carlos X, Luis-Felipe) fue director de la Ecole Nationale des Charters en 1817 e inspector general de la Universidad de París en 1819. Tenía fama de virtuoso, de “santo laico”: se casó con una rica, tuvo 10 hijos con ella, y se supo que donaba a la caridad con generosidad. Pero a partir de cierto momento era tan influyente e intocable que podía escribir de todo sin necesidad de confirmarlo con datos: nadie le rebatía, todos le citaban.

Así, en 1834, a los 47 años, escribió “Sobre las opiniones cosmográficas de los Padres de la Iglesia”, que influyó a todos los historiadores posteriores. Su tesis era –contra la evidencia- que los Padres de la Iglesia exigían lecturas fanáticas y literales de la Biblia. Autores conocidísimos y de primera línea como san Agustín y Orígenes demostraban que eso no era así… así que los desdeñaba como “minoritarios”.

Según este texto de Letronne, las autoridades eclesiales, mediante “tres argumentos irresistibles: la persecución, la prisión y la hoguera” obligaron a todos los astrónomos durante más de mil años a creer en una absurda tierra plana. Pero no aportó ni un solo caso concreto de astrónomo represaliado por defender la tierra esférica… porque nadie fue represaliado. La realidad es que la tierra esférica era asumida por todas las personas letradas desde Aristóteles.

La extensión del bulo
Russell, en El Mito de la Tierra Plana, explica cómo Irving entre el público general y anglosajón, y Letronne en la cultura francófona y la academia establecieron el mito de que la Iglesia predicó la tierra plana, algo que casi nadie había reivindicado anteriormente.

El libro de Russell explica cómo entroncó con los prejuicios anti-hispánicos y anticatólicos de los historiadores de EEUU y cómo sólo recientemente (después de la Segunda Guerra Mundial) se ha ido reparando este error entre los historiadores, aunque no entre los divulgadores. Curiosamente, Wikipedia, tan acusada de ser poco fiable, recoge con detalle el debate y deja clara la verdadera creencia medieval, con Lactancio y Cosmas como las dos únicas y poco relevantes excepciones.

La edición en español de “El mito de la Tierra Plana” incluye además un documento apasionante, que es el Diario de a bordo de Cristóbal Colón.

“Llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde que llevaba el Almirante en todos los navíos, con una F y una Y. Vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras”. Empezaba un nuevo mundo