¿Existe el matriarcado... y el patriarcado?: Feminismo y antropología.
Peggy Reeves Sanday, antropóloga.
"Si soy feminista y antropóloga (...) los colegas antropólogos me acusarán de etnocentrismo y las compañeras feministas de relativismo exagerado, de poca convicción política."Britt-Marie Thurén, antropóloga.
¿Existe el matriarcado?
Joan Manuel Cabezas, antropólogo, explica que lo que existe en occidente es “un mito sobre el matriarcado, fruto de la 
burguesía occidental europea, y cuyo principal ideólogo fue Bachofen, 
(jurista y antropólogo suizo) con la publicación en 1861 del libro El Derecho de la Madre."
Según
 Bachofen, en los inicios de los tiempos hubo una época de gran tiranía 
sexual de los hombres, el ‘Hetairismo’, que causó que algunas mujeres se
 rebelaran y establecieran un matriarcado o ‘geritocracia’, en la que 
ellas sometían a los hombres, establecían la familia y los obligaban a casarse
 (de aquí nace el prejuicio aún presente de que las mujeres son las que 
obligan a los hombres a formar una familia o el mito de las Amazonas, 
como fantasía proto-masoquista de los hombres). 
Así surgió el mito del matriarcado “en el que se 
relaciona a las mujeres con la sociedad salvaje y primitiva, con la 
naturaleza, y que se contrapone al patriarcado que se asocia a la sociedad 
civilizada, política, industrial. Este mito también sirve como argumento para la dominación de 
los ‘salvajes’ de los pueblos que se estaban colonizando”. 
Según Cabezas “ahora pasamos a ver el matriarcado que todavía existe en algunos pueblos del mundo, un matriarcado no como dominación por parte de las mujeres, sino de un sistema donde los dos sexos cooperan y se reparten el poder y las diferentes funciones sociales, con roles que no están ligados al hecho de ser hombre o mujer. Las mujeres, por supuesto, tenían poder, y esto se refleja en las diosas de diversas culturas, como las chinas Ma Tsu o Kuan Yin, las egipcias Isis o Nut o las griegas Demeter o Hera. Hay múltiples ejemplos de sociedades matriarcales a lo largo de la historia, como los Igbo en Nigeria, o los Bashi en el actual Congo."
Amadiume es una antropóloga africana que estudió su propia cultura (Igbo
 de Nnobi en Nigeria). Su libro documenta que antes
 del siglo XIX, la cultura Nnobi exhibía un fuerte principio 
matricéntrico/matrifocal en la organización familiar; madres e hijxs 
formaban distintas unidades económicas autosuficientes. Su sistema de género permitió crear la institución de las 
"hijas masculinas" (hijas que heredaban el patrimonio del padre y su 
linaje) y las "marido femeninas" (el matrimonio entre mujeres). Tras el colonialismo 
británico, el alto estatus social de la mujer fue 
suprimido por los sistemas occidentales de religión, 
educación y gobierno basados en principios patriarcales. De esta manera,
 la autora critica el actual etnocentrismo de los estudios sociales 
occidentales sobre 
la situación de las mujeres africanas.
Henrietta L. Moore también denunció el etnocentrismo de la Antropología y del Feminismo: la situación de las mujeres no puede medirse con parámetros occidentales porque lo que en occidente es valorado como dador de poder, en otra cultura puede no ser relevante para el estatus.
La antropóloga Peggy Reeves Sanday, quien ha vivido durante años 
entre los Minangkabau de Indonesia, opina de igual manera:
"Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las
 mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el 
gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental 
sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no 
occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y 
hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común 
que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio. El 
prestigio social lo obtienen aquellos que promueven las buenas 
relaciones siguiendo la costumbre y la religión.”
“Mientras que Occidente
 glorifica la dominación masculina y la competencia, los Minangkabau 
glorifican a su mítica Reina Madre y la cooperación”. Bundó kanduang es el título que significa "nuestra madre" y se refiere a la antepasada común 
de cada clan, así como a la madre biológica de la propia, y que coloca a las mujeres mayores en el centro social, emocional, 
estético, político y económico de la vida diaria, junto con sus 
hermanos.
A la pregunta de “quién manda”, los Minangkabau respondían 
invariablemente que la pregunta era incorrecta, que en su sociedad 
hombres y mujeres se complementan “como la uña y la carne”. Con la entrada del Islam, tras un 
período de lucha entre ambas creencias, se llegó a un 
acuerdo según el cual eran complementarias la una de la otra. Ejercer el poder mediante el uso de la fuerza o una 
actitud de dominación es la antítesis de la
 ética Minangkabau. El poder es desde un poder-crear lazos sociales y buenas relaciones.
Por influencia de los antropólogos, muchos de estos escritores evitan usar el término "matriarcado", sustituyéndolo por otros términos como gilania, matriz, matrístico, matricentral o matrifocal, para así evitar cualquier connotación de ginecocracia.
Yo prefiero retener el término "matriarcado", por cortesía y respeto al pueblo Minangkabau (...).
"Demasiados antropólogos han estado buscando una sociedad en la cual las
 mujeres controlan todos los aspectos de la vida cotidiana, incluido el 
gobierno”, dice Reeves. “Este modelo (y una perspectiva muy occidental 
sobre el poder) no encaja muy bien cuando observas culturas no 
occidentales, como los Minangkabau. En Sumatra Occidental mujeres y 
hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común 
que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio. El 
prestigio social lo obtienen aquellos que promueven las buenas 
relaciones siguiendo la costumbre y la religión.”
Reeves ha pasado 21 veranos y algunos períodos 
sabáticos en una aldea Minangkabau. Los cuatro millones de Minangkabau, uno de los mayores grupos étnicos de
 Indonesia, viven en las montañas de Sumatra Occidental. Su organización
 social se basa en la convivencia de la costumbre matrilineal y una 
filosofía llamada Adat, en la que las ideas principales se expresan en el proverbio: 
“el crecimiento de 
la naturaleza debe ser un maestro.” 
Los Minangkabau creen que los 
individuos deben nutrir el crecimiento de los humanos, los animales y 
las plantas para lograr una sociedad fuerte. La idea de “nutrir” implica
 un énfasis de lo maternal en la vida cotidiana. 
“Mientras que Occidente
 glorifica la dominación masculina y la competencia, los Minangkabau 
glorifican a su mítica Reina Madre y la cooperación”. Bundó kanduang es el título que significa "nuestra madre" y se refiere a la antepasada común 
de cada clan, así como a la madre biológica de la propia, y que coloca a las mujeres mayores en el centro social, emocional, 
estético, político y económico de la vida diaria, junto con sus 
hermanos.Por influencia de los antropólogos, muchos de estos escritores evitan usar el término "matriarcado", sustituyéndolo por otros términos como gilania, matriz, matrístico, matricentral o matrifocal, para así evitar cualquier connotación de ginecocracia.
Yo prefiero retener el término "matriarcado", por cortesía y respeto al pueblo Minangkabau (...).
A Britt-Marie Thurén, también antropóloga, lo que no le gusta es hablar de patriarcado "porque me gusta más hablar de jerarquías o dominación basada en género: eso varía mucho en el espacio y en el tiempo, y está cambiando constantemente." 
"Como antropóloga me muevo en
 debates feministas con personas de otras disciplinas, veo muchas veces 
que dan ciertas cosas por hechas del patriarcado, y parten de realidades
 europeas. Entonces es mi obligación como antropóloga decir que no es 
necesariamente así y mostrar otros ejemplos. Pues una de las cuestiones 
fundamentales es saber cómo se reproduce el poder, cómo se reproducen 
diferentes circunstancias que hacen que unas categorías, los hombres, 
las clases sociales, tengan más poder y más posibilidades que otras."
El 
patriarcado es más o menos universal. Esto hay que matizarlo de muchas 
maneras, pero en algún sentido, en casi todo el mundo en muy pocas 
excepciones (y las excepciones dudosas) las mujeres normalmente tienen 
menos posibilidades que los hombres de su misma sociedad, de su misma 
categoría social, etc. Eso es triste, es por eso por lo que me he hecho 
feminista.  
Un hombre del público me dijo en una conferencia: 
"Entonces lo que estas diciendo es que el patriarcado es inevitable, si 
siempre ha existido y esta en todas partes no hay más remedio" (puso 
cara de contento ante esta constatación). Pero dije que no, porque hay 
cosas que nunca ha habido en el mundo y que en un momento dado empiezan a
 existir, como la agricultura. Los seres humanos estuvimos viviendo 
miles de años sin agricultura, ¿Por qué no va a empezar a suceder algo 
parecido con las relaciones de género? 
Podemos tener una esperanza de la
 evidencia abrumadora...
Más matriarcados:
http://feminismandreligion. com/2011/07/29/matriarchy-by- peggy-reeves-sanday/
http://www.aibr.org/ antropologia/boant/noticias/ JUN0201.html
http://revolucionmatriarcal. blogspot.com.es/2010/07/la- antropologa-peggy-reeves- sanday.html
http://amecopress.net/spip. php?article1238
http://generoconclase.http://www.aibr.org/
http://revolucionmatriarcal.
http://amecopress.net/spip.
Amadiume, Ifi, "Male Daughters, Female Husbands: Gender and Sex in an African Society." 
--
 
El matriarcado. Un mito antropológico
 
En un principio la Antropología se interesó por las mujeres casi exclusivamente por su importancia en los temas de parentesco, dentro de los que se incluye la polémica sobre si existió o no un sistema de organización social en el que las mujeres detentaran el poder.
 Bachofen 
 
Lewis Morgan
Del mismo siglo y perteneciente a la misma escuela teórica que Morgan, Maine, con su libro Ancient Law, en el que no sigue un planteamiento evolucionista, afirma la prioridad histórica del patriarcado sobre el matriarcado. Basándose en el derecho romano y en la India antigua, Maine considera que la primera comunidad humana fue la de los parientes agnados o hermanos que cohabitan con sus mujeres y su descendencia, o dicho de otra forma, afirma que la primera familia fue de tipo extenso patrilocal.
 Malinowski
 
Gorila de lomo plateado (Macho Alfa)
 

El matriarcado. Un mito antropológico
Hace unos meses asistí a un curso sobre Políticas de Igualdad. Mi 
perplejidad se hizo patente cuando escuchaba hablar del patriarcado como
 contraposición a un supuesto y anterior matriarcado tomado como real 
(que habría existido realmente) y cómo esa tesis era aceptada como buena
 por muchos de los asistentes. Si uno intenta indagar seriamente en el 
tema se dará cuenta de que el matriarcado no existió de forma real sino 
que es un mito antropológico (creado por algunos teóricos de la 
antropología por sus deducciones pero que nunca llegó a existir en la 
práctica). Para adentrarnos en el supuesto matriarcado o gobierno de las
 mujeres en la sociedad, en algún momento y en algún lugar de nuestra 
humanidad hemos de recurrir a la Antropología y a la segunda mitad del 
siglo XIX.
En el siglo XIX la Antropología incluía un amplio campo de estudio desde
 la paleontología del cuaternario al folclore europeo, pasando por el 
estudio comparado de los pueblos aborígenes. En su segunda mitad se 
desarrollaron los llamados “evolucionismos”. El campo de estudio era el 
mencionado anteriormente pero el enfoque teórico para afrontarlo partía 
de que así como las especies evolucionaban de organismos sencillos a 
otros más complejos, las sociedades y las culturas de los humanos debían
 seguir el mismo proceso de evolución hasta producir estructuras 
complejas como su propia sociedad. 
El paso desde peces a reptiles, 
reptiles-aves y reptiles-mamíferos, primates superiores-homínidos y de 
la evolución de estos al hombre primitivo y de éste a las 
ciudades-estado (pasando por una evolución en sus creencias religiosas, 
en sus modelos sociales de gobierno con un inicial matriarcado en 
culturas de adoración a una diosa madre como las calcolíticas 
mediterráneas y de Oriente Próximo en oposición a una posterior 
evolución a tipos patriarcales que se darían en una amplísima zona donde
 se produjeron invasiones de indoeuropeos coincidiendo con la llegada de
 la Edad del Hierro; albergaría desde nuestra Península Iberia hasta el 
Indostán incluido), y de éstas a las civilizaciones hasta llegar a la 
actualidad.
Esa imagen que triunfó durante un tiempo en la historiografía no se 
sostiene desde hace unos 90 años (por la década de los años veinte del 
siglo XX). Rescatado quizá hace escasas décadas por grupos feministas a 
los que les encajaría genial un inicial gobierno de las mujeres en el 
que los hombres estarían subordinados por las armas, éstos se rebelarían
 contra ellas y ostentarían el poder subsumiendo a las féminas y desde 
entonces están conspirando para explotar y degradar al sexo femenino. 
Teoría disparatada cómo trataré de explicar a lo largo de estas líneas. 
Personalmente considero un error el enfoque de generar una guerra de 
sexos por mucho que hayan estado (que lo han estado y aún continúan en 
muchos aspectos) subyugadas las mujeres.
En un principio la Antropología se interesó por las mujeres casi exclusivamente por su importancia en los temas de parentesco, dentro de los que se incluye la polémica sobre si existió o no un sistema de organización social en el que las mujeres detentaran el poder.
 Bachofen 
Bachofen (1861), basándose en la mitología y en el derecho clásicos, 
sostiene la existencia de un matriarcado o ginecocracia y lo sitúa en un
 estadio de evolución humana anterior al patriarcado. Según el estudioso
 suizo, este matriarcado primitivo "se marchitó con el victorioso 
desarrollo" del patriarcado. Confunde “el gobierno de las mujeres” con 
la matrilinealidad o pertenencia exclusiva de la descendencia a la línea
 de la madre, como sucederá en los escritos de todos los antropólogos 
que, hasta Malinowski, sostendrán la existencia de un matriarcado 
primitivo.
Para Bachofen, la existencia de divinidades femeninas es prueba de que las mujeres dominaron la sociedad en algún momento de la historia porque, a su juicio, la tradición mítica refleja con fidelidad la realidad social y sus leyes.
Sin embargo, el culto a las diosas no implica necesariamente un estatus superior para las mujeres “de carne y hueso” y, mucho menos, que el poder estuviera en sus manos. Por el contrario, el culto a las divinidades femeninas puede interpretarse como una exaltación de las funciones reproductoras de las mujeres, fenómeno éste que se produce en el orden patriarcal que considera a las mujeres en tanto productoras de hijos.
Para Bachofen, la existencia de divinidades femeninas es prueba de que las mujeres dominaron la sociedad en algún momento de la historia porque, a su juicio, la tradición mítica refleja con fidelidad la realidad social y sus leyes.
Sin embargo, el culto a las diosas no implica necesariamente un estatus superior para las mujeres “de carne y hueso” y, mucho menos, que el poder estuviera en sus manos. Por el contrario, el culto a las divinidades femeninas puede interpretarse como una exaltación de las funciones reproductoras de las mujeres, fenómeno éste que se produce en el orden patriarcal que considera a las mujeres en tanto productoras de hijos.
Podríamos interpretar estos mitos como un recurso patriarcal para 
justificar que el poder se halle en manos de los varones, porque, al fin
 y al cabo, ya lo tuvieron antes las mujeres. Los mitos que narran la 
existencia de matriarcados primitivos podrían funcionar como 
legitimadores del poder masculino porque, de acuerdo a estos relatos, si
 las mujeres perdieron su estatus y sus privilegios fue por no saber 
gobernar con diligencia y justicia. Así, algunos mitos amazónicos 
cuentan que los varones vivían subyugados a las mujeres, las cuales 
poseían peligrosas vaginas dentadas. Los hombres se liberaron de la 
opresión femenina al arrancarles a las mujeres los dientes de sus 
vaginas y convertirlas en penetrables, podríamos añadir. Otros mitos, 
como el letuama y el macuma narran que las mujeres poseían los saberes 
de la caza, la pesca y la fecundación hasta que los hombres se rebelaron
 y vencieron al matriarcado, embarazando a las mujeres.
 
El Matriarcado (Bachofen, 1861) 
Otras pruebas, irrefutables para Bachofen, de que los matriarcados 
existieron son "el mayor culto ofrecido a la luna, más que al sol, la 
preferencia mostrada por la tierra concipiente más que por el mar 
fecundante, por el lado oscuro de la muerte en la naturaleza más que por
 el luminoso del ser, por los muertos más que por los vivos, por la 
tristeza, duelo o luto, más que por la alegría (..)". Sin embargo, 
debemos tener en cuenta que la atribución de características femeninas a
 la tierra, la luna, la noche y la muerte y la concepción del cielo el 
sol, el día y la vida como masculinos es propia de los sistemas 
patriarcales que establecen una jerarquía en la que lo feminizado de la 
Naturaleza es inferior, oscuro, misterioso y peligroso y lo 
masculinizado es superior, luminoso, claro y dador de vida. 
El matriarcado aparece dibujado por nuestro autor como íntimamente 
ligado a lo religioso, a la religiosidad oscura y lírica que rodea la 
adoración de deidades femeninas porque "...siempre que la mujer está 
situada en la cumbre, tanto de la vida como en el culto, se preservará 
el misterio con todos los cuidados". Es el misterio que envuelve la 
religión ginecocéntrica el arma que usaron las mujeres para arrebatar el
 poder concedido por las leyes naturales al más fuerte con "...manos más
 débiles".
Este matriarcado primigenio habría sido derrocado por el patriarcado cuando los varones descubrieron la paternidad, es decir al conocer su contribución biológica a la reproducción de la especie, que se traduce en el encumbramiento del masculino sol como astro más poderoso y venerado. El autor explica este cambio de gobierno recurriendo a la Orestíada de Esquilo, donde se narra cómo el derecho paterno vence al derecho materno tras enfrentarse, porque según las palabras de Apolo en esta obra: "Del hijo no es la madre engendradora/ es nodriza tan sólo de la siembra/ que en ella sembró. Quien la fecunda/ ése es su engendrador (...).
Este matriarcado primigenio habría sido derrocado por el patriarcado cuando los varones descubrieron la paternidad, es decir al conocer su contribución biológica a la reproducción de la especie, que se traduce en el encumbramiento del masculino sol como astro más poderoso y venerado. El autor explica este cambio de gobierno recurriendo a la Orestíada de Esquilo, donde se narra cómo el derecho paterno vence al derecho materno tras enfrentarse, porque según las palabras de Apolo en esta obra: "Del hijo no es la madre engendradora/ es nodriza tan sólo de la siembra/ que en ella sembró. Quien la fecunda/ ése es su engendrador (...).
Lewis Morgan
El evolucionista Lewis Morgan estudia a los matrilineales amerindios 
iroqueses, en los que creyó encontrar el prototipo de ciudad matriarcal a
 la que Bachofen se refería. La organización social de estos pueblos 
permite a las mujeres controlar la economía cuya base es la horticultura
 Pero no puede hablarse de matriarcado porque, como han demostrado 
investigaciones posteriores, los representantes políticos son única y 
exclusivamente varones, luego la capacidad de decidir sobre asuntos que 
conciernen a toda la sociedad está vetada para las mujeres.
Del mismo siglo y perteneciente a la misma escuela teórica que Morgan, Maine, con su libro Ancient Law, en el que no sigue un planteamiento evolucionista, afirma la prioridad histórica del patriarcado sobre el matriarcado. Basándose en el derecho romano y en la India antigua, Maine considera que la primera comunidad humana fue la de los parientes agnados o hermanos que cohabitan con sus mujeres y su descendencia, o dicho de otra forma, afirma que la primera familia fue de tipo extenso patrilocal.
 Malinowski
El debate sobre la existencia del matriarcado se cierra con Malinowski 
(sobre los años 20 del siglo XX) que aclara la confusión evolucionista 
entre matriarcado y matrifocalidad (descendencia perteneciente a la 
línea materna de manera exclusiva y residencia del matrimonio en el 
lugar de nacimiento de la mujer). Aunque es cierto que en las sociedades
 con matrilinealidad o matrilocalidad (residencia del matrimonio en el 
lugar de nacimiento de la mujer) las mujeres disfrutan de un estatus más
 alto que en las sociedades patrilineales (con descendencia de 
pertenencia exclusiva a la línea materna) o patrilocales (con residencia
 del matrimonio en el lugar de origen del varón). 
Esto no significa que 
el poder lo detenten las mujeres. Ahora bien, no es lo mismo para una 
mujer ser “la extraña en casa de extraños”, como ocurre cuando prevalece
 el principio de patrilocalidad, que vivir en el asentamiento donde se 
crió y donde vive su familia. De la misma forma, es distinta la cantidad
 de poder que puede ejercer una mujer cuya descendencia pertenezca a su 
linaje que otra mujer cuyos hijos pertenezcan al varón. Sin embargo 
incluso en estos casos el poder lo acaba detentando el hermano de la 
mujer, el sobrino de la tía, pero sigue estando en manos de hombres las 
decisiones económico-sociales y a día de hoy sigue sin demostrarse un 
solo caso de matriarcado en el mundo (ni actual ni del pasado). 
La polémica sobre la existencia del matriarcado se retomó con el 
surgimiento de la Antropología del género y, en la actualidad, algunos 
sectores del feminismo sostienen que “el gobierno de las mujeres” 
primigenio fue una realidad y no sólo un mito.Teniendo en cuenta que las
 sociedades recolectoras/cazadoras de las que hoy se tiene noticia no 
son ni siquiera igualitarias, el patriarcado o sistema en que los 
varones poseen mayor poder y autoridad parece presentarse como la forma 
organización social que ha acompañado a los humanos desde que lo son.
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Las especies evolutivamente más cercanas al “homo sapiens” que pueblan 
hoy nuestro planeta (gorilas, chimpancés y orangutanes), observaremos 
que su organización es patriarcal y nuestros orígenes no debieron ser 
muy distintos a su situación actual. No afirmo que el patriarcado se 
lleve en los genes y por tanto, sea inderrocable, sino que el sistema de
 organización social de los grandes simios que también son seres 
culturales y con cierta capacidad de abstracción (aunque desde mi punto 
de vista no son capaces de significar esa abstracción o el simbolismo) 
como el de todas las sociedades humanas conocidas, el patriarcado. Si se
 puede sostener que todas las sociedades humanas son patriarcales sin 
que ello implique esencialismo, no debe parecer un determinismo 
biológico indicar como dato significativo para la antropología que las 
sociedades de otros primates cercanos (los gorilas, por ejemplo tienen 
un cociente intelectual de 70, como los humanos con deficiencia mental 
leve) también son patriarcales. Como se ha podido comprobar para el 
fenómeno de la agresividad masculina, Naturaleza y Cultura se hallan en 
una continua relación de retroalimentación pero la Cultura tiene el peso
 determinante. Por lo tanto en practicamente todas las culturas 
conocidas se tengan estructuras patriarcales tiene más que ver con una 
estrategia adaptativa que no con la sumisión de la mujer a lo largo de 
la historia (aunque la realidad nos indica que han ido de la mano).

Opino como Marvin Harris cuando decía en el capítulo “El macho salvaje” de Vacas, cerdos, guerras y brujas
 aquello de que el sexo que controle la tecnología de la defensa y de la
 agresión para la autosupervivencia del grupo será quien domine. Y que 
yo sepa en todas las culturas del mundo siempre se ha otorgado este 
control al sexo masculino. Se podría esperar si las mujeres han 
controlado la educación de los niños/niñas que formaran niñas solidarias
 y agresivas a la par que niños tímidos, obedientes, trabajadores y 
recompensándoles por ser pasivos y no agresivos. Las mujeres 
monopolizarían la dirección de los grupos locales, serían las 
responsables de las relaciones chamánicas con los sobrenatural, Dios 
sería llamado ELLA y se esperaría que la forma de matrimonio ideal fuese
 la poliandria (con una sola mujer controlando los favores sexuales y 
económicos de varios hombres).
Pero la guerra es la que acaba con todas estas posibilidades y obliga por los enfrentamientos armados a generar varones feroces para garantizar la supervivencia de ese grupo. ¿Acabando con la guerra acabaremos con la creación educativa de individuos agresivos que ya no son necesarios para la superviviencia del grupo? ¿Para conseguir esto tendríamos que acabar con tantos comportamientos sociales en los que sin ser conscientes premiamos ese tipo de individuos y los legitimamos socialmente y consideramos bobos y pasmados precisamente a los no agresivos? ¿Qué tipo de hombre, en general acaban eligiendo o prefieren las mujeres como su pareja?¿Al agresivo-chulito que genera la dominación?¿Al pasivo-tímido que no genera problemas? ¿Qué opináis? No obstante, lo que está claro es que el matriarcado como tal no deja de ser un mito antropológico, rescatado recientemente.
Pero la guerra es la que acaba con todas estas posibilidades y obliga por los enfrentamientos armados a generar varones feroces para garantizar la supervivencia de ese grupo. ¿Acabando con la guerra acabaremos con la creación educativa de individuos agresivos que ya no son necesarios para la superviviencia del grupo? ¿Para conseguir esto tendríamos que acabar con tantos comportamientos sociales en los que sin ser conscientes premiamos ese tipo de individuos y los legitimamos socialmente y consideramos bobos y pasmados precisamente a los no agresivos? ¿Qué tipo de hombre, en general acaban eligiendo o prefieren las mujeres como su pareja?¿Al agresivo-chulito que genera la dominación?¿Al pasivo-tímido que no genera problemas? ¿Qué opináis? No obstante, lo que está claro es que el matriarcado como tal no deja de ser un mito antropológico, rescatado recientemente.
Chema García
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Según el historiador Javier García del Toro: 
“Nunca ha existido matriarcado en la historia”
  “Nunca ha existido matriarcado en la historia”
Con motivo del día de 
la Mujer Trabajadora , el profesor Javier García del Toro, aborda en un 
escrito el tema del matriarcado en la prehistoria, aportando datos de 
hallazgos regionales que, en su opinión, contribuirían a echar por 
tierra que haya existido matriarcado en algún momento de la historia. 
Según el profesor, 
nunca ha existido matriarcado, se trata de un montaje falso, realizado 
en función de datos erróneos. 
Para ello pone como ejemplo el caso de una
 diadema de oro del año 2000 a . C., encontrada en la localidad de 
Cehegín, que hablaría de alguna manera de una especie de Matriarcado, de
 una consideración muy alta hacia la mujer en las sociedades primitivas. 
Estas consideraciones partían de la base –erronea según él- de que 
“para muchos historiadores está bien claro que quienes llevan collares, 
pendientes o diademas…, sólo pueden ser mujeres”, por ello, a menudo, se
 afirmaba que era una mujer la portadora de estos objetos, “sin estudiar
 siquiera el diformismo sexual osteológico de los cadáveres”. 
Circunstancias parecidas, contribuyeron, en su opinión, a fundamentar la
 creencia de que, en deteminados períodos históricos, existió un 
matriarcado. Esta afirmación sería, en su opinión, un error, ya que, en 
el caso de la diadema, ésta sería en realidad, una corona y pertenecería
 a un hombre. 
El profesor afirma que 
la mujer ha sido, sobre todo durante la historia antigua, simplemente 
“un instrumento que habla y una máquina de parir”. García del Toro 
afirma que, lo que sí existe, es una línea matrilíneal de parentesco, ya
 que en la prehistoria existían la poliandria y la poligamia, por lo que
 la línea de parentesco sólo podía establecerse a través del vientre 
materno. La mujer, era, en realidad, sólo “un depósito seguro de 
parentesco”. 
El profesor alude a 
otros testimonios regionales como el de las representaciones de danzas 
femeninas en los Grajos de Cieza y la Risca de Moratalla, considerados 
como testimonios de cierto grado de matriarcado. Según García del Toro, 
estas representaciones no poseen inequívocamente ese significado. Por el
 contrario, puede tratarse de representaciones de desnudos cuya 
finalidad sea exclusivamente representar a la mujer como objeto sexual. 
Para apoyar esta tesis 
de la escasa consideración que se tenía a la mujer en épocas pasadas, 
García del Toro alude a los collares de hierro de epoca romana que se 
obligaba a llevar a las esclavas, “exactamente igual que se haría con 
una vaca”. “Es una historia interminable –asegura el prehistoriador-: a 
la vaca se le siguen sus pasos por medio del cencerro, para que no se 
pierda, pues se trata de una propiedad de valor. Por la misma razón, a 
la mujer se le colgaba un collar de hierro con el nombre del 
propietario”. 
En caso de que 
intentase huir, se le grababa a fuego, en su propio cuerpo, la palabra 
FVG (‘fugite', huída). Para García del Toro, casos como estos no son más
 que la prueba palpable de que “la mujer siempre ha tenido que huir: 
hace tiempo del dueño o amo, y hoy del maltratador. Aunque ahora existe 
otro collar –éste con chip- para denunciar a la policía a su 
maltratador”. 






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