En Cerveteri, las investigaciones arqueológicas propiamente dichas no comenzaron hasta principios del siglo XIX. En el Renacimiento, los monumentos del lugar, así como los de otras zonas de Etruria, atrajeron la atención tanto de los "buscadores", que comenzaron un saqueo sistemático de las zonas arqueológicas contratando a compañías de excavaciones incluso fuera de Etruria, como de los investigadores, que iniciaron el camino de las excavaciones científicas. Desgraciadamente, quedan pocos y fragmentarios testimonios de este periodo de búsquedas. Las noticias más precisas acerca de estas actividades comenzaron precisamente a principios del siglo XX, gracias al renovado interés por Etruria, cuando se emprendieron los trabajos de saneamiento del área de la antigua ciudad de Cerveteri y las investigaciones en las zonas de las necrópolis llevadas a cabo por varias familias del lugar.
En diciembre de 1835, el arcipreste de Cerveteri, Alessandro Regolini, y el general Vincenzo Galassi obtuvieron el permiso del Estado Pontificio para realizar excavaciones en dos lotes de terreno, uno llamado el Sorbo y el otro la Vignaccia. Las investigaciones en el primero permitieron obtener resultados muy importantes: el hallazgo de una grandiosa tumba, que luego tomó el nombre de ambos descubridores, intacta y con un riquísimo ajuar, que fue adquiriendo en aquel entonces por el gobierno pontificio y que se conserva hoy en día en los Museos Vaticanos.
De estas excavaciones se conservan unas diez relaciones muy detalladas de Regolini y de Galassi, que ilustran las distintas fases de los hallazgos y que refieren algunos detalles relativos al descubrimiento de la tumba, a veces poco claros.
Los trabajos, que comenzaron en el Sorbo el 23 de marzo de 1836, se concentraron en un gran túmulo, posteriormente denominado A. Se hicieron unos cortes en su perímetro y, siguiendo los restos de un antiguo muro circular, se encontraron posteriormente las entradas a numerosas tumbas de cámara periféricas que, en parte, ya habían sido depredadas por exploradores clandestinos.
El 21 de abril del mismo año, mientras se estaba completando el desenterramiento de una tumba periférica, Regolini dio orden de excavar un pozo en la parte central del túmulo, insistiendo a los obreros para que lo profundizaran. Aquel pozo, como se supo más adelante, abrió una brecha de dos metros en la pared derecha de la cella de la gran tumba, completamente escondida bajo el túmulo, provocando además el derrumbamiento de una parte del muro sobre parte del ajuar conservado en el interior de la tumba.
Las leyes que regulaban por aquel entonces los permisos de excavación eran particularmente severas y preveían duras sanciones para los monumentos que resultaran dañados. Por este motivo, los especialistas proporcionaron posteriormente versiones distintas y contradictorias: algunos de ellos no habían entendido la dinámica de los hechos, y otros, que probablemente no querían acarrear problemas a Regolini, hablaron de la caída del muro como casual y anterior al descubrimiento de la tumba.
En cualquier caso, después de abrir el pozo, los obreros entraron desde arriba en la cella, que era la parte de la tumba más rica en objetos valiosos. Ante sus ojos debió de presentarse un espectáculo sorprendente: objetos de oro y de plata de soberbia factura y de increíble valor, aún conservados tal y como habían sido depositados. Por ello, es bastante probable, según los investigadores posteriores, que los obreros robaran algunos objetos sin ser vistos por Regolini.
Una vez entraron en la cella, los descubridores encontraron y abrieron el acceso normal a la tumba, oculto por el túmulo que se había acumulado a medida que se construían tumbas periféricas.
En los días siguientes se excavó otro túmulo más pequeño, la denominada "tumba B", adyacente al mayor. Después del primer y fundamental descubrimiento de Regolini y de Galassi se sucedió hasta nuestros días una gran cantidad de indagaciones arqueológicas debidas al interés no sólo por el riquísimo ajuar hallado en el interior de la tumba, sino también por la tipología del monumento mismo, que constituía, en formas monumentales, el modelo más antiguo de sepultura de cámara conocido en las necrópolis de Cerveteri, en parte construido y en parte excavado en la roca de toba. En la actualidad ha sido posible volver a sacar completamente a la luz de todo el conjunto monumental, que se remonta a mediados del siglo VII a. C. y que pertenece a la fase orientalizante de la cultura etrusca, y comprender sus distintas fases de construcción.
Originariamente, la tumba más antigua, la denominada Regolini-Galassi, debía de estar incluída en el interior de un túmulo con una entrada orientada hacia el oeste; un pasillo o antecámara llevaba, a través de un tabique, a una pequeña cámara o cella. Ambas salas tenían las paredes en la parte inferior excavadas en la roca, y en la superior estaban construidas con la técnica del voladizo, esto es, de hileras de bloques que progresivamente se acercan hasta tocarse y forman una falsa bóveda ojival, imitación de las vertientes del tejado. La cámara estaba precedida a ambos lados de la entrada por dos pequeños nichos casi circulares, enteramente excavados en la toba, con una puerta baja arqueada.
En la tumba aparecían sepultados al menos tres individuos, depositados con poco intervalo de tiempo el uno del otro. En la pequeña cueva de la derecha se encontraron los restos de un cadáver incinerado con un ajuar pobre; en la de la izquierda, restos de una biga desmontada para poder colocarla en la pequeña sala, además de vasos de bronce y de plata y de un pequeño vaso de búcaro con uno de los alfabetos etruscos más antiguos.
En la cella debía de estar sepultada una mujer, con un rico ajuar personal de orfebrería y de vasos de plata, de oro y de bronce, datables entre el 675 y el 650 a. C. Vale la pena recordar una maravillosa fíbula de oro sobre la que aparecen representados leones y patos, un pectoral de lámina de cobre, brazaletes con figuras de mujer y de divinidades, así como collares, anillos, cadenas, otras fíbulas, colgantes, láminas, que en su origen debían de estar cosidas en los vestidos, e hilos de oro utilizados para el tejido. Entre los bronces había un trono con reposapiés y otros utensilios. También había muchos objetos de plata, como copas, tazas, aguamaniles y pequeñas láminas.
El corredor fue utilizado probablemente sólo más tarde, a mediados del siglo VII a. C., para acoger una tercera deposición, esta vez de un hombre, que fue acompañado en su último viaje por un lecho funerario formado por una rejilla, seis patas y un reposacabeza; se transportó hasta el interior de la tumba con un carro de cuatro ruedas de madera y bronce. Junto al lecho se encontraron un incensario, armas y escudos repujados de bronce, algunos de ellos colgados de las paredes, asientos de hierro, cerámica y búcaros, entre los que destacan algunas estatuillas de mujeres llorando.
El único epígrafe encontrado en el ajuar estaba grabado en los vasos de plata y llevaba la inscripción mi Larthia "yo (soy) de Larth", de importancia fundamental porque desveló el nombre del noble sepultado en la tumba.
Todo este conjunto se convirtió posteriormente en el sostén de un túmulo de mayor tamaño, en el que se excavaron las tumbas periféricas, también identificadas por Regolini y por Galassi, en las cuales se sucedieron deposiciones al menos hasta principios del siglo V a. C. Por ello es lícito pensar en una forma de continuidad en el uso del túmulo por una rica familia de la aristocracia de Cerveteri.
El deseo de sepultar individuos pertenecientes a varias generaciones de una misma familia en el interior de la misma tumba se halla, ciertamente, en la base de la creación, desde el siglo VII a. C., de los grandes túmulos de Cerveteri, constituidos a partir de la asociación de tumbas distintas y a menudo cronológicamente distantes. Monumentos sepulcrales de este tipo, con túmulo grande en el centro y con pequeños alrededor, parecen remitir en su organización a los primeros núcleos de la ciudad que estaba naciendo en aquel periodo, constituida por un área central, pero rodeada aún por pequeños poblados, los pagos. Precisamente, un monumento como la tumba Regolini-Galassi representa una evolución en la tipología sepulcral, pues se orienta sobre la transformación de la tumba de nicho en sepulcro monumental. Además, el tambor, el muro perimetral construido alrededor de la tumba que servía para contener la tierra excavada, adquirió en ese momento una función plenamente decorativa. Esta evolución del aparato exterior de la tumba es paralela a la de la estructura interna, con la multiplicación de las salas. De este modo se consolidaba plenamente el concepto de tumba-casa, también por el aspecto que el túmulo adquiría en su parte exterior, el de cabaña circular en la que el tambor representaba las paredes, y la cubierta en forma de cono, las vertientes del tejado.
Visitar EN UNA SIMULACION una tumba etrusca
http://www.youtube.com/watch?v=Je0oqqFmu9M&feature=player_embedded
Entrar en una tumba etrusca, con los ojos de sus descubridores, y admirar los preciosos objetos funerarios encontrados en su lugar, intactos, como cuando fue abierta por primera vez en 1836, es una experiencia posible a través de la reconstrucción virtual realizada por el Instituto de las Tecnologías Aplicadas al Patrimonio Cultural de Italia del Consejo Nacional de Investigación (CNR-ITABC), y que se puede realizar en dos exposiciones holandesas dedicadas a los etruscos en Amsterdam y Leiden.
Vía: reset-italia.net | 21 de octubre de 2011 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)
La tumba corresponde al siglo VII a. C., y es célebre por haber proporcionada un elevado número de artefactos. Fue decubierta por el arcipestreAlessandro Regolini y el general Vicenzo Galassi durante una excavación en la necrópolis de Sorbo en Cerveteri. Formada por varias celdas, tenía enterrada una princesa, adornada con un pectoral de oro, y un hombre incinerado, probablemente un guerrero.
La reconstrucción virtual, que ha permitido reconstruir la famosa tumba con todo su equipo, custodiado por el Museo Gregoriano Etrusco de los Museos del Vaticano, es el primer fruto del proyecto europeo "Etruscannig 3D", y surge de la evolución técnica que ha desarrollado el CNR para escenificar "La confirmación de la Regla", de Giotto, en la Basílica Superior de Asís.
"La estructura de la tumba, moldeada por el escáner de láser, ha sido reconstruida en 3D tal como si hubiera sido después de su cierre, o, al menos, tal como fue documentada por sus descubridores y teniendo en cuenta los estudios más recientes", explica Eva Piotroni, miembro del CNR-ITABC.
"El público puede explorar, enfocar hacia los objetos y escuchar la narración, sentir cómo cuenta la historia 'la voz del difunto'. Todo ello sin usar un 'joystick', un ratón o un teclado, sino sólo con el movimiento del cuerpo, moviéndose sobre un gran mapa de la tumba en el que se indican los puntos sensibles en el espacio frontal de la proyección".
Se parte de la estructura externa, una tumba monumental, para acceder a continuación a través de un corredor (dromos) al corazón de la tumba. Entre los artefactos, un caldero, un raro carrro fúnebre con un lecho que probablemente tenía colocado encima, ánforas de terracota, una urna, un tintero con letras incisas (foto a la izquierda), pinchos, recipientes, vajilla, etc.
En la estancia principal, se tiene la impresión de poder tocar a la princesa acostada en la cama, la cual reluce por su pectoral de oro, apoyado sobre su vestido blanco y entre vajilla de plata.
Sáb, 22 de Oct, 2011 4:40 pm Esther Paredes Navarro alalvivi Sin conexión Enviar mensaje |
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