Quedan poco más de tres meses para que llegue el 21 de diciembre,
fecha del solsticio de invierno en el hemisferio norte y día en el que,
según no pocos agoreros, se producirá el fin del mundo supuestamente anunciado por los mayas.
Aunque últimamente se oye hablar más del mundo maya —debido precisamente a la fiebre por el supuesto fin del mundo—, los mexicas también fueron destacados astrónomos.
Una buena muestra del interés de esta cultura por los astros se encuentra hoy en el Museo Nacional de Antropología de México, donde desde hace años se custodia un relieve escultórico que se ha convertido casi en emblema de la cultura mexica: la llamada Piedra del Sol, más conocida como Calendario azteca.
El hallazgo de esta pieza monolítica se produjo en 1790, concretamente en la esquina sur-oriental de la actual catedral de ciudad de México, justo en el lugar en el que se levantaba el antiguo centro ceremonial de Tenochtitlan.
Tallada en torno a finales del siglo XV o comienzos del XVI —se suele citar la fecha de 1479— por artesanos aztecas, fue descubierta durante la realización de unas obras en la ciudad. En el momento de su hallazgo estaba recubierta por una rica policromía de colores vivos e impactantes, que lógicamente contribuían a resaltar y también a aliviar el carácter macizo y pesado de la piedra.
El mal llamado 'calendario azteca', en su ubicación actual en el MNA | Crédito: Wikipedia.
No en vano, se trata de un gran monolito de forma discoidal, con un tamaño de 3,65 metros de diámetro y unas 24 toneladas de peso. Por desgracia, las autoridades de la época decidieron dejar la piedra a la intemperie, lo que provocó la pérdida de su llamativa policromía.
El enorme disco era el distintivo del Templo del Sol, en el santuario ceremonial de Tenochtitlan, y se encontraba guardado en su interior, pues sólo los altos jerarcas religiosos tenían acceso a la piedra, quedando su visión prohibida al pueblo llano, algo habitual en el mundo precolombino.
Durante la dominación española, y hacia mediados del siglo XVI, el obispo Alonso de Montúfar tuvo la 'genial' idea de ordenar su enterramiento, "por los grandes delitos que sobre ella se cometían de muertos".
En cualquier caso, la cuestión que más llama la atención del llamado Calendario azteca es su complejo simbolismo y posible significado. Uno de los mayores estudiosos de esta singular pieza azteca fue el historiador alemán George Kubler, y a él debemos uno de los análisis más destacados en este sentido.
De forma muy resumida, para Kubler la parte central del disco representaría el viejo mito de los Cinco Soles mexicanos, ya existente en época huasteca, y que adquirió en época azteca un gran desarrollo. El centro de la piedra sería por lo tanto el Quinto Sol o rostro del dios Tonatiuh (dios sol de los aztecas).
Alrededor del mismo estarían plasmados los cuatro soles anteriores, extinguidos como consecuencia de la falta de sacrificios humanos. A continuación, se representan los distintos días y meses del calendario azteca por medio de símbolos, dispuestos en orlas concéntricas. Por último, en la orla exterior aparecen dos serpientes que muestran sus cabezas enfrentadas, símbolo del tiempo y el espacio.
Para otro especialista en culturas precolombinas, el profesor José Alcina Franch, la interpretación de la 'Piedra' era muy similar a la de Kubler. Como nota discordante y un tanto singular, se encuentra la hipótesis de la estudiosa mexicana Rebeca Barrera.
Para ella, la Piedra del Sol no sería un calendario, sino un símbolo del fin de una era, la del Quinto Sol, que se produciría con la llegada de Quetzalcóatl. Según la investigadora mexicana, la piedra sería por tanto una especie de profecía pétrea que vaticinaba el fin del mundo azteca, cosa que ocurrió con la llegada de los españoles, cuyo líder militar, Hernán Cortés, habría sido confundido por los aztecas con el dios Quetzalcóatl.
Aunque la pieza original está expuesta en el Museo Nacional de Antropología de México, en España puede contemplarse una réplica en el Museo de América de Madrid, una visita, por cierto, muy recomendable.
Aunque últimamente se oye hablar más del mundo maya —debido precisamente a la fiebre por el supuesto fin del mundo—, los mexicas también fueron destacados astrónomos.
Una buena muestra del interés de esta cultura por los astros se encuentra hoy en el Museo Nacional de Antropología de México, donde desde hace años se custodia un relieve escultórico que se ha convertido casi en emblema de la cultura mexica: la llamada Piedra del Sol, más conocida como Calendario azteca.
El hallazgo de esta pieza monolítica se produjo en 1790, concretamente en la esquina sur-oriental de la actual catedral de ciudad de México, justo en el lugar en el que se levantaba el antiguo centro ceremonial de Tenochtitlan.
Tallada en torno a finales del siglo XV o comienzos del XVI —se suele citar la fecha de 1479— por artesanos aztecas, fue descubierta durante la realización de unas obras en la ciudad. En el momento de su hallazgo estaba recubierta por una rica policromía de colores vivos e impactantes, que lógicamente contribuían a resaltar y también a aliviar el carácter macizo y pesado de la piedra.
El mal llamado 'calendario azteca', en su ubicación actual en el MNA | Crédito: Wikipedia.
No en vano, se trata de un gran monolito de forma discoidal, con un tamaño de 3,65 metros de diámetro y unas 24 toneladas de peso. Por desgracia, las autoridades de la época decidieron dejar la piedra a la intemperie, lo que provocó la pérdida de su llamativa policromía.
El enorme disco era el distintivo del Templo del Sol, en el santuario ceremonial de Tenochtitlan, y se encontraba guardado en su interior, pues sólo los altos jerarcas religiosos tenían acceso a la piedra, quedando su visión prohibida al pueblo llano, algo habitual en el mundo precolombino.
Durante la dominación española, y hacia mediados del siglo XVI, el obispo Alonso de Montúfar tuvo la 'genial' idea de ordenar su enterramiento, "por los grandes delitos que sobre ella se cometían de muertos".
En cualquier caso, la cuestión que más llama la atención del llamado Calendario azteca es su complejo simbolismo y posible significado. Uno de los mayores estudiosos de esta singular pieza azteca fue el historiador alemán George Kubler, y a él debemos uno de los análisis más destacados en este sentido.
De forma muy resumida, para Kubler la parte central del disco representaría el viejo mito de los Cinco Soles mexicanos, ya existente en época huasteca, y que adquirió en época azteca un gran desarrollo. El centro de la piedra sería por lo tanto el Quinto Sol o rostro del dios Tonatiuh (dios sol de los aztecas).
Alrededor del mismo estarían plasmados los cuatro soles anteriores, extinguidos como consecuencia de la falta de sacrificios humanos. A continuación, se representan los distintos días y meses del calendario azteca por medio de símbolos, dispuestos en orlas concéntricas. Por último, en la orla exterior aparecen dos serpientes que muestran sus cabezas enfrentadas, símbolo del tiempo y el espacio.
Para otro especialista en culturas precolombinas, el profesor José Alcina Franch, la interpretación de la 'Piedra' era muy similar a la de Kubler. Como nota discordante y un tanto singular, se encuentra la hipótesis de la estudiosa mexicana Rebeca Barrera.
Para ella, la Piedra del Sol no sería un calendario, sino un símbolo del fin de una era, la del Quinto Sol, que se produciría con la llegada de Quetzalcóatl. Según la investigadora mexicana, la piedra sería por tanto una especie de profecía pétrea que vaticinaba el fin del mundo azteca, cosa que ocurrió con la llegada de los españoles, cuyo líder militar, Hernán Cortés, habría sido confundido por los aztecas con el dios Quetzalcóatl.
Aunque la pieza original está expuesta en el Museo Nacional de Antropología de México, en España puede contemplarse una réplica en el Museo de América de Madrid, una visita, por cierto, muy recomendable.