La descripción clásica del surgimiento de la agricultura hace unos doce mil años se basa en el supuesto de que el comienzo de las prácticas de cultivo tuvo como objeto mejorar las condiciones nutricionales de los seres humanos que adoptaron esas prácticas. Posteriormente vendría la domesticación de los animales y con ella la ganadería, que aportó un elemento adicional de gran valor nutritivo: las proteinas y grasas animales. Sin embargo, esa visión ha sido puesta en duda al constatarse que muchos de los primeros seres humanos que se dedicaron a cultivar plantas para alimentarse eran de menor tamaño y tenían peor salud que sus antecesores recolectores del Holoceno.
Por esa razón, se han sugerido diferentes hipótesis alternativas a la de que la agricultura surgió como consecuencia de una innovación tecnológica que propició un mayor rendimiento del esfuerzo humano.
Suelo decir, tomando prestada la frase de un amigo, que hacer predicciones no es tarea fácil, y menos aún si esas prediciones se refieren al futuro. Pero lo cierto es que mirar hacia el remoto pasado con el propósito de “adivinar” o “reconstruir” el modo de vida de entonces, tampoco es fácil. El análisis al que me refiero en este artículo ha considerado un buen número de elementos, desde información relevante de origen arqueológico hasta determinaciones cuantitativas de los rendimientos de diferentes actividades en sociedades recolectoras o agricultoras (con herramientas manuales) actuales. También considera un amplio abanico de condiciones posibles, así como de diferentes fuentes de incertidumbre. Pues bien, en el mejor de los casos, el rendimiento del cultivo habría sido, en promedio, un 63% del que hubiera proporcionado la recolección de plantas salvajes.
¿Cómo se explica, pues, que la agricultura fuera una práctica exitosa y se extendiera por casi todo el planeta? En primer lugar hay que considerar las condiciones bajo las que determinadas familias sueltas o pequeños grupos adoptaron la práctica de cultivar alimentos. Es lógico pensar que los cultivos se introdujeron poco a poco, de forma muy gradual. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los rendimientos estimados en el análisis son rendimientos medios, y que la actividad recolectora ofrecía, con toda seguridad, rendimientos muy variables. Eso quiere decir que si una familia prescindía de la recolección que proporcionaba menor rendimiento, -dejando, por tanto, de recolectar los alimentos de menor valor nutricional-, y dedica ese tiempo a cultivar alimentos, el rendimiento de ese cultivo sería, casi con toda seguridad, mayor que el de esa recolección de menor valor (marginal) que abandonaba. Las familias habrían ajustado el tiempo dedicado a una y otra actividad de manera que obtuviesen el máximo retorno posible.
El problema radica ahora en explicar cómo se produjo la generalización de la agricultura con la extensión de los cultivos. Porque el argumento de que se sustituyeron los bajos rendimientos marginales que proporcionaba la recolección de productos de menos valor por aceptables (aunque bajos) rendimientos medios de los cultivos, no vale cuando son muchas las familias o grupos que recurren a esa estrategia, porque los terrenos de cultivo que se requieren o son peores o están cada vez más alejados, y en ambos casos, eso disminuye el retorno de la actividad.
La hipótesis que ofrecen los autores del análisis para explicar la transformación de sociedades completas del modo de vida cazador-recolector al modo de vida agrícola se basa en la idea de que bajo determinadas circunstancias extraordinarias (relacionadas quizás con variaciones espaciales o temporales en clima, características del suelo, abundancia de agua, u otras) es posible que un grupo relativamente grande de familias optase por la agricultura como forma principal de subsistencia. Bajo esas condiciones, es posible que esas familias, aunque sus integrantes fuesen de menor tamaño y menos sanos que los recolectores, fuesen capaces de reducir de forma significativa los costes de la crianza de la prole (a causa, seguramente de la ventaja que proporcionaba una movilidad muy inferior). Así, habría aumentado el valor reproductivo de los agricultores y ello habría dado lugar a una elevación importante de la densidad de población y, a continuación, a la expansión de la agricultura.
No es una explicación sencilla, pero al menos en teoría sirve para resolver una paradoja. Y ya advertí que “adivinar” el pasado tampoco era nada fácil.
Fuente: Samuel Bowles (2011): “Cultivation of cereals by the first farmers was not more productive than foraging” PNAS 108 (12): 4760-4765 (www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1010733108)